“Sólo el que pasó por esto sabe lo que se padece”

Domingo 19 de abril de 2015
En el camino. | Tras pequeñas salidas, ir con su marido a Oberá fue un gran paso. Ahora quiere conocer la autovía a San Ignacio: “Tengo fuerza para salir adelante”.
“Anoche me hice el regalo más bonito de mi vida... después de mas de quince años de convivir con una enfermedad de la cual solamente yo tenía que salir, puedo decir con la frente en alto que me he curado. Adiós, pánico, fue un gusto enorme que hayas compartido estos años conmigo, ya no te necesito... me siento muy feliz, anoche pude volver a mi Oberá querido, a la ciudad después de Posadas que tanto quiero y en la que viví un tiempo”. Así, el 8 de marzo, Verónica Olmedo pudo volver a viajar fuera de Posadas, ciudad en la que estuvo encerrada por 17 años, debido a que padecía distintos trastornos de ansiedad.
Hasta 1997 su vida era normal. Acompañaba a su padre Eduardo “Eddi” Olmedo a los rallies provinciales y regionales, viajaba, trabajaba, salía y tenía muchos proyectos con 23 años.
Pero una madrugada se despertó angustiada y con falta de aire. Fue el primer síntoma. En esa época trabajaba en una compañía de crédito y viajaba periódicamente a Buenos Aires. Pero en un viaje en avión empezó con ataques de pánico y falta de aire. “Tuve que viajar hasta Buenos Aires por aire y a la vuelta, como no me quería subir al avión, volví en colectivo. Fue uno de los peores viajes que tuve, porque me pasé catorce horas pensando que me moría”, recordó sobre los primeros síntomas.
Los ataques de ansiedad y pánico fueron en aumento y hasta llegar al punto de no poder salir de su casa.
“Fueron cinco años de no poder salir a la puerta de mi casa que me quedaba sin aire, me traspiraban las manos y pensaba que me moría. Hubo días que hasta me costaba bañarme porque me caía el agua y pensaba que me ahogaba, entonces era una ducha rápida. Fue terrible cómo trabaja la cabeza. Los médicos se cansaban de venir a mi casa, todos los días los llamaba. Llegó un punto que hasta en mi casa me sentía mal”, relató en charla con El Territorio, que la invitó a viajar mientras se hacía la entrevista.
“Mi médico personal, Ramón González, me pidió que pida ayuda y fui con Domingo Liotta, que fue un gran psiquiatra y fue más que un doctor para mí. Me ayudó mucho, pude volver a salir, me recuperé en parte, me casé y podía ir a lugares cercanos a mi casa, pero seguía sin viajar y sin salir de los entornos donde me sentía segura, eso era agorafobia”, indicó.
“Ir a la rotonda, al centro o al Parque de la Ciudad era todo un tema, me desesperaba. Viajar no podía, no podía escuchar sirenas, no podía ver sangre, tenía un trastorno de ansiedad generalizado y vi a varios profesionales que sólo me decían ‘vos sola te tenés que curar’ y te medicaban y eso era toda la solución que te daban, pero no te daban una sola herramienta para ver qué hacer ante la aparición de síntomas”, explicó.
“Me hiperventilaba, me transpiraban las manos, me ahogaba, pensaba todo el tiempo que me moría. Lo peor es la discriminación social que sufrís, porque llega un punto que ni tu familia, ni tus amigos te creen lo que sufrís. La enfermedad tiene un costo social importante, porque perdés trabajo, amigos, salidas y la vida social de una persona. Yo conocía el primer tramo de la Costanera cuando se inauguró en los 90 y la volví a ver cuando ya estaba terminada. Es como que estaba parada en el tiempo. Todas las transformaciones de Posadas no las ví, ahora recién las estoy conociendo”, contó mientras posaba en el nodo vial que marca la salida de Posadas, que hace unos meses recién conoció.

La recuperación
Salir del trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y de la ansiedad generalizada no fue fácil. Costó y llevó mucho tiempo. En ese camino hubo varias personas que ayudaron a Olmedo a salir adelante. Pero hubo dos que le cambiaron la vida. Una fue Juan Carlos “Tim” Muniagurria (ex piloto de rally y amigo de su padre) y su última psicóloga, Graciela Benítez, quien además de hacer terapia la trató con medicinas alternativas.
“Con Tim empecé a hablar cuando empecé a trabajar en la Ampynar, que volvimos a hablar después de muchísimos años, porque yo ya lo conocía del rally cuando iba con papá. Con él tuvimos muchas charlas, horas, y me presentó a Graciela, que me mostró las técnicas para empezar a salir y terminar de curarme y poder viajar, que era la cuenta pendiente que yo tenía”, comentó.
Así, Benítez le quitó medicamentos, la inició en el reiki y en técnicas de relajación para manejar la ansiedad y paralelamente continuó con las sesiones de terapia.
“Empecé a creer en mí, empecé tener seguridad en mí misma, empecé a controlar mis emociones y sobre todo a tener fe. Tuve fe, no religión, que muchas veces se confunde la gente. Fe en que me podía curar. Durante los casi 20 años que duró mi enfermedad busqué ayuda espiritual en todas las religiones, pero no era eso lo que necesitaba. No necesitaba una religión, sino tener fe”, resaltó.
Progresivamente, empezó a viajar, primero a Garupá, después a Candelaria y luego a Cerro Azul. “Salíamos con mi marido a dar paseos los domingos, y siempre era hasta donde yo me sentía bien, porque eso era lo que me decía mi psicóloga, y así fui saliendo”.
Sobre aquel viaje a Oberá, el 7 de marzo de este año, 17 años después de haber estado encerrada, comentó: “Era mi cuenta pendiente ir con mi marido hasta Oberá, para acompañarlo a picar, porque a él le gusta el automovilismo y su pasión es picar en los autódromos y yo no podía ir con él. Fue un viaje tenso, y él preguntándome como me sentía, yo estaba tensa pero era mi desafío y tenía que poder. Cuando llegué y me encontré con mis amigos y empecé a sacar fotos ya dejé de pensar en lo lejos que llegué y me focalicé en hacer las fotos, en disfrutar y hacer mi trabajo para mi pagina (NdR: tiene una web dedicadas a las picadas y al automovilismo)”.
“Fue una liberación para mí, por eso escribí eso en el Facebook, porque fue lo que sentí cuando volví del viaje a Oberá. Hoy puedo decir que estoy curada, aunque sigo con el acompañamiento de mi psicóloga, porque me hace muy bien”. Respecto a su enfermedad, explicó: “Lo que me pasó lo bendigo, lo agradezco y lo dejo ir. Conocí a muchas personas maravillosas en estos años y por fin puedo decir que después de casi 20 años me liberé de esa mochila. Sólo el que pasó por esto sabe lo que se padece”.
“Hoy tengo muchos proyectos, no conozco la autovía a San Ignacio, para algunos puede ser una pavada, pero para mí es importante hacer ese viaje, tengo muchos desafíos personales pendientes y los voy a hacer, porque hoy tengo la fuerza para salir adelante”, afirmó con una sonrisa antes de terminar el paseo y dar otro paso más en su recuperación, que era hablar de su enfermedad.

Por Pablo Lizarraga
interior@elterritorio.com.ar


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