Desconsolado, pide ayuda para conocer a su hija de siete meses

Viernes 19 de diciembre de 2014
Las historias de amor y pasión son un clásico en varias obras literarias. Ese extraño sentimiento siempre fue motivo de reflexión, debate y relatos. Reconocidos escritores, poetas y filósofos intentaron revelarlo, entenderlo y explicarlo. Justamente esa palabra, amor, impulsó a Muriel Nunes Da Silva (26), nacido en Camboriú -Brasil-, a montar una carpa frente al Juzgado Civil 3 de esta ciudad para solicitar a las autoridades judiciales conocer a su supuesta hija.
En una denuncia que hace meses presentó a la Policía acusó a su ex pareja, Paola Elizabeth Viana, de evitar que él se acerque a su hija de siete meses.
La agonía del brasileño empezó cuando su ex concubina, vecina del Garupá, lo abandonó sin ninguna explicación y se llevó a la criatura, según contó Muriel.
“Ella se fue de casa y nunca supe por qué. Todo lo que hago es por mi beba, siempre quise tener una familia bendecida y en paz. Ya pasó un año y siete meses, y todavía estoy lejos de mi pequeña. Es muy injusto lo que está pasando”, se desesperó el joven.
Señaló que el último parte judicial determinó que Paola deberá presentarse a la Justicia en el transcurso de esta semana. En caso que ella no preste colaboración con la Justicia será buscada “por la fuerza pública”, afirmó Nunes Da Silva.
El padre de la niña, nacida el 11 de mayo en el Hospital Ramón Madariaga, aseguró que pretende evitar el conflicto. Pero admitió que “no tiene otra opción” y agregó: “Nunca quise que el nacimiento de mi hija sea así y que la madre se aleje. Siempre busqué acompañarla, tanto en el embarazo como en el parto, ella me ocultó a mi hija. Igual la perdoné, pero me duele mucho todo esto”.
Triste realidad
En las primeras horas de la mañana, en su pequeña carpa plegable, el brasileño se despierta con los rayos del sol que golpean su rostro. Un nuevo día empieza y en él renace la esperanza de poder conocer a su hija. 
“No hay un sólo momento que no piense en mi beba. Me tortura saber que no puedo verla y que está creciendo. Cada segundo que pasa duele. Porque no puedo estar a su lado”, dijo en la vereda de la calle Santa Fe casi Rivadavia. Los vecinos de la zona quedaron en silencio. Es que mientras Muriel contaba sus tristezas en esa calle circulaban transeúntes y curiosos que frenaron para escuchar el reclamo desesperado del joven.
Hoy la vida de Muriel transcurre bajo una carpa. No tiene dinero para comer, ni una cama donde dormir. Vive de los alimentos que le da algún solidario vecino. La lucha por conocer a su hija también llevó a Muriel a dormir en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús.
Además, viajó a Brasil para aunar fuerzas y volver a Argentina por su niña.  “Si no estoy con ella no tengo nada. No me importa pasar hambre o incomodidades. ¡Quiero estar con mi hija!”, suplicó y aseguró: “Si Paola viene y me pide perdón la perdono. Es la madre de mi hija y la quiero más que cuando la conocí. Sólo quiero que estén bien y estar con mi beba”.
En Brasil, el joven dirigía una cooperativa de edición de libros. Cuando empezó con ese microemprendimiento sintió miedo, pero no tanto como ahora. Su mayor padecimiento es no saber cuál será la reacción de su hija al escuchar su voz.
“Tengo miedo que cuando le hable llore. Nunca me escuchó. A veces pienso que cuando la tenga en mis brazos seré un completo desconocido. Tengo temor de quedarme mudo de no decir ninguna palabra para no asustarla. No sé cuánto tiempo voy a poder estar sin verla. No quiero ser un extraño para ella”, se emocionó hasta las lágrimas, antes de volver a clamar por justicia.