Posadas, Misiones

Domingo 29 de marzo de 2015

No tengo problema en apostar con quien sea la cuestión del cuarto centenario de Posadas y Encarnación. Lo que quiero que se entienda es que las dos ciudades tienen la misma historia y una sola fundación, por San Roque González de Santa Cruz y de este lado del Paraná, hace ahora 400 años y cuatro días. Lo aceptan sin chistar los que celebraron con grandes fiestas los cuatro siglos de Encarnación el miércoles pasado: en todas las menciones aparece la fórmula “fundada a orillas del Paraná”, que equivale para cualquiera de las dos márgenes. Lo que sospecho es que quienes quieren que sea otra la fecha lo que realmente buscan es separar a las dos hermanas mellizas. Ya decía el domingo pasado que hay quienes lucran con la división y por eso prefieren las fronteras… y la frontera que pasa por lo más hondo del río es muy posterior a la única realidad fundada el 25 de marzo de 1615.
Hay otro tema por el que no quiero apostar pero sí discutir: el nombre de la ciudad de Posadas. En un artículo publicado en El Territorio del martes 24 el señor Miguel Schmalko propone que se la llame Roque González de Santa Cruz. Con todo el respeto que me merece el autor y sus opiniones, pensaba al leerlo que nada más opuesto a la voluntad de su fundador que poner su propio nombre a la ciudad y que mejor homenaje sería volver al nombre original de Anunciación de Itapúa, pero sobre todo me imaginaba cómo sería Posadas con semejantes nombres. El caso es que no tiene un nombre feo ni estrafalario sino uno bien bonito, aunque se lo hayan puesto para homenajear a un prócer que no tiene nada que ver con las misiones ni con la ciudad (más bien lo hicieron para chuparle las medias a sus poderosos descendientes). Posadas ya no significa Gervasio Antonio de Posadas, porque la ciudad le ha ganado al prócer hace muchos años. Pasó lo que preveía Jorge Luis Borges de sí mismo cuando pedía que al morir no lo convirtieran en calle (cosa que hicieron de inmediato las autoridades de Buenos Aires).
Lo bueno es que la palabra posadas, antes que apellido es un sustantivo que significa, en plural, lugar de descanso en el camino, alojamiento de viajeros, hoy de turistas que quieren algo más hogareño que un hotel. Si le cambiamos el nombre por Roque González de Santa Cruz, por esas cosas de la economía del lenguaje algún día terminaremos llamándola González a secas. Quizá ese día la gente se pregunte por quién y nadie lo sepa. Para colmo Posadas hace buena pareja con Misiones, dos plurales, cortos, contundentes, terminantes e inconfundibles. Además ciudades Roque González ya hay una en Paraguay y otra en Brasil. Posadas, en cambio, hay solo otra en España, en la andaluza provincia de Córdoba. Es un pueblo de 7.500 habitantes que nació como descanso en camino de Sevilla y a eso debe su nombre. Está emplazado en una curva del Guadalquivir con su torre medieval que hoy curte de campanario de la iglesia. Como ocurre con casi todos los topónimos convertidos en apellido, de allí habrán salido alguna vez los antepasados de los que se llaman Posadas, entre ellos el primer Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Basado en la idea de que nada tuvo que ver Gervasio Antonio de Posadas con las antiguas misiones ni con la actual provincia de Misiones, algunos quisieron ponerle José de San Martín a la capital de Misiones. Toda una idea si no fuera el nombre más visto de la Argentina, el lugar común por excelencia de todo el país en el que no hay jurisdicción horizontal o vertical que no tenga al Libertador en calles, plazas, pueblos, teatros, barcos, avenidas, palacios, monumentos, billetes, cuadros, láminas, estatuas, regimientos, colegios, aeropuertos, pueblos y ciudades.
Posadas es un nombre grandioso y bien original. Mejor dejarlo tranquilo y ni mencionemos ninguna posibilidad de cambiarlo, a ver si todavía por esas necesidades de la política personalista -y muy poco republicana- termina llamándose Nestorlandia o algo parecido.

Por Gonzalo Peltzer
Director El Territorio