El oro de los páramos

Jueves 30 de julio de 2015

La escritora apostoleña Tamara Szychowski publicó en vida su libro Poemas, y póstumamente su familia publicó otro poemario, El oro de los páramos, respetando el título que ella había elegido mucho antes, según me confesara su amiga Mariela Vendrell. Este título sugiere muchas imágenes, y elijo una en especial, basada en una atrapante descripción de Horacio Quiroga que puede leerse en el cuento Un peón. “El yerbal, pasando súbitamente de la oscuridad del monte a aquel claro inundado de luz galvánica, daba la sensación de un páramo. Los troncos recién tumbados se duplicaban en negro en el suelo por la violenta luz de costado. Las plantitas de yerba, duras de sombras en primer término, de un ceniza aterciopelado, en el páramo abierto, se erguían inmóviles, brillantes de rocío. Lo único que parecía preocuparle (se refiere Quiroga al peón Olivera, personaje del cuento) era algún posible ruido. Por lo demás, deseaba evidentemente estar solo. Con un hasta mañana, patrón, se internó cruzando el yerbal (buscando un entierro de oro), de modo que lo vi largo rato saltar por encima de los árboles volteados. Volví, retardando el paso en la picada... Y esa noche, sobre todo, era extraordinaria, bajo una picada de monte muy alto, casi virgen. Todo el suelo, a lo largo de ella y hasta el límite de la vista, estaba cruzado al sesgo por rayos de blancura helada, tan viva que en las partes oscuras la tierra parecía faltar en negro abismo. Arriba, a los costados, sobre la arquitectura sombría del bosque, largos triángulos de luz descendían, tropezaban en un tronco, corrían hacia abajo en un reguero de plata. El monte altísimo y misterioso, tenía una profundidad fantástica, calado de luz oblicua como catedral gótica. En la profundidad de ese ámbito, rompía a ratos, como una campanada, el lamento convulsivo del urutaú”.
Un yerbal en el claro del monte, bajo la luna llena, escenario para nada ajeno a Tamara en La Fortuna, su casa en Centinela, ámbito propicio desde el que nos legó sus poemas, monedas de otro oro, y que rescatamos, 'como Olivera'.

Aguara-í