Vanoli puede dormir tranquilo

Martes 28 de julio de 2015
El primer resultado del efecto Vanoli de echar un tiro al voleo para bajar una bandada de pájaros fue sobre el valor del dólar marginal el mismo que diluir una aspirina en el mar.
Justamente, el día en que comenzó a regir la nueva escala de tasas reguladas para plazos fijos, el precio del dólar "blue" retomó la senda alcista, bien ajeno por ahora a la inconsistente jugada oficial y seguramente impactado también por la fortaleza de la moneda estadounidense que desde hace unos meses está horadando la situación del real en Brasil y se aceleró por estos días.
No era difícil darse cuenta que tamaño gesto de voluntarismo, a la hora de aplicar un remedio probado hasta el hartazgo por muchas administraciones anteriores (y además adornado esta vez con el relato del "estímulo del ahorro en moneda nacional" que no se creyó nadie) podía llegar a derrapar en la primera curva.
Y aunque aún los controles policíacos tienen chance de bajar algo la tensión en los próximos días, el supuesto descrédito para un Banco Central que no se pone más colorado después de tantas manipulaciones, tiene varias aristas en su haber.
En primer lugar, probablemente, a Alejandro Vanoli no lo hayan dejado hacer algo más desde el costado monetario y sólo le quedaría alguna revancha si puede pedir que desde Economía le habiliten una suba de tasas de las Lebac para que los bancos sequen algo más la plaza. La contrapartida sería prolongar mucho más el estancamiento productivo.
Igualmente, el titular del BCRA debería quedarse tranquilo porque la institución que preside sólo está pagando el precio de errores mucho más profundos de política económica, que él y sus técnicos avalan políticamente, aunque los operadores y los banqueros tienen muy en claro que no se les puede imputar, salvo que se les solicite un suicidio político.
En verdad, para arreglar de una vez el problema habría que cambiar de raíz la pata económica del proyecto que ha diseñado el Gobierno, sólo sustentado en el consumo y alejado de la inversión, a partir de parámetros que han radicalizado el poder del Estado y que han llevado al propio ministro Axel Kicillof a burlarse del clima de negocios y de la seguridad jurídica como sustento de las preferencias de los mercados.
Por otro lado, está bien claro que fue a Economía y no al BCRA al que le salió el tiro por la culata, a la hora de creer que el empuje del medio aguinaldo y la mejora de los planes se iba a dirigir al consumo y no a la dolarización.
En buena parte, esa masa de dinero se volcó al dólar-ahorro, como así también a la compra de títulos en moneda extranjera.
Tampoco tuvo la culpa el Central del Decreto que reglamenta las funciones del Area de Inteligencia, que asustó a más de un empresario o de la pretendida sepultura para la operatoria del contado con liquidación, dos hechos que avivaron el tiempo electoral.
Más allá de todos estos fuegos artificiales, la línea de funcionarios de la autoridad monetaria conoce de memoria que hoy se respira atraso cambiario, producto de la inflación y que sin remedios fiscales, con desbordes monetarios y con mayor endeudamiento, es mínima la chance de remontar el problema ante el ansia de cobertura que tiene la gente.
De allí, que a Vanoli ahora sólo le queda respirar hondo, mirar en serio cómo le fue a sus antecesores con estas recetas y, de seguir así, eventualmente, rezar.
Lo cierto es que sacar la pelota del área a puro bartoleo no es algo propio para manejar una crisis tan complicada como la actual.

Por Hugo Grimaldi
Para Dyn