Julio y Cuba

Domingo 21 de diciembre de 2014
Cuando el mundo se desayunó con el acercamiento de Obama y Raúl Castro como anunciando el final de un largo capítulo de la historia, hubo quienes vieron allí gato encerrado. La noticia es tan reciente que muchos aún la observan con cautela, como si fuese ficticio este cambio de 180 grados madurado secretamente, o que respondiera a otro plan estratégico frente al “avance” chino, ruso o musulmán hacia América, recelo más bien sajón que latino. Los indelebles defensores de la revolución cubana y sus asignadas consecuencias de independencia ideológica sospechan (¿habrá petróleo en Cuba?) de otros intereses norteamericanos, siempre ocultos a los ojos del mundo, porque sigue siendo cierta la denuncia del Che: “Todo acercamiento yanqui es un disfraz que oculta ambiciones de dominación”.
En este marco, no se puede ya conocer qué pensaría (el Che, embroncado, se sentiría traicionado…) por ejemplo, Julio Cortázar, que conoció de cerca la causa de la Revolución y que le resultó una vivencia tan determinante que se autopromulgó “fiel seguidor de la ideología socialista”. Cortázar le dedicó al Che su relato Reunión, de 1965, y en 1966 expresó su adhesión pública al combate por la liberación de Latinoamérica. En su momento dijo el autor de Rayuela: “Sé muy bien que mis lectores no se contentan con leerme como escritor, sino que miran más allá de mis libros y buscan mi cara, buscan encontrarme entre ellos, física o espiritualmente, buscan saber que mi participación en la lucha por América Latina no se detiene en la página final de mis novelas o de mis cuentos. Creo que la responsabilidad de nuestro compromiso tiene que mostrarse en todos los casos en un doble terreno: el de nuestra creación, que tiene que ser un enriquecimiento y no una limitación de la realidad; y el de la conducta personal frente a la opresión, la explotación, la dictadura y el fascismo que continúan su espantosa tarea en tanto pueblos de América Latina”.

Aguará-í