El hermano Roque

Martes 31 de marzo de 2015
Hace 400 años, en este lugar y por estos días, habría quizá muchos más árboles y pájaros, pero el sol, inmutable desde antes y hasta un porvenir lejano, se levantaba igual que hoy sobre el horizonte, cerca de las 7 de mañana, y se ponía doce horas después; serían las siete de la tarde entonces hora de recogerse, como hacen los pájaros, porque no existía la luz artificial: caía sobre este suelo una noche más oscura, aunque bajo las mismas estrellas que vemos en el cielo hoy; y además porque aquellas costas, algo distintas a las que conocemos después que se haya levantado la represa, eran una especie de zoológico sin jaulas. No existían tampoco ni los motores fuera de borda para remontar el río ni el bendito GPS. Sin embargo, un fraile de 39 años, el hermano Roque, venido desde el Paraguay, un poco a pie sin ser triatlonista, y un poco a remo esquivando correderas, sin ser medalla olímpica ni contar más que con un par de remos, alguna vianda y algún lastre, encontró propicias estas tierras para su propósito y misión encomendada, y levantó una capilla cuyas coordenadas se confunden, y enclavó una austera cruz de madera, vaya a saberse con qué herramientas, cumpliendo además cierta profecía encubierta en el apellido de su madre, María de Santa Cruz. Cuentan que con tan escasos recursos, estos hechos ocurrieron en la orilla ´izquierda’ del Paraná y que luego, con el tiempo, se cruzó a la otra, pero no se indica si para esa definición consideró el fraile el curso norte/sur del río, o el sur/norte teniendo en cuenta el polo asunceno, sede de su Orden. Cuatro siglos después se levantaría entre las citadas orillas, un puente que lleva su nombre, propuesto como monumento histórico, No imaginó el hermano Roque que sería convertido en santo durante una visita del papa a su tierra y menos imaginaba en aquel entonces, o quizá sí, que apenas unos años adelante lo esperaba en otro lugar enmarañado una muerte atroz, y que su corazón carbonizado sería objeto de adoración entre sus seguidores.

Aguará-í