En tiempos de Netflix, donde los usuarios pueden ver las películas y las series que quieran a la hora que quieran y sin cortes publicitarios por 90 pesos por mes, pretender que el videocable sea la única forma de ver televisión es una antigüedad. Es como rechazar el automóvil para quedarse con la diligencia, aunque el primero sea más rápido y más cómodo.
El proyecto que envió el Gobierno nacional al Congreso que declara servicio público esencial y estratégico a las telecomunicaciones (pág. 12) tiene entre otros objetivos (algunos lamentablemente atados a una pelea estéril) salvar este atraso tecnológico en que ha quedado el país por responsabilidades de propios y extraños. De hecho, que existan en el país empresas de videocables tan poderosas y casi sin competencia es porque el Gobierno así lo permitió. Naturalmente será el sector que más resistencia oponga a este proyecto básicamente en defensa del negocio.
Es que uno de los beneficios directos que debería tener esta ley es abaratar los costos para los usuarios del cable, de telefonía fija y de internet partiendo del hecho de que se utilizará un solo cableado, (un solo agujerito en la pared). O una sola antena satelital.