Eppur si muove

Lunes 2 de marzo de 2015

Se sabe que Calisto, Io, Europa y Gamínedes son los nombres de cuatro amantes de Júpiter, pero pocos saben que con ellos bautizó Galileo Galilei a las lunas (visibles) del gran planeta. En marzo de 1610 publicó en Venecia su tratado de observaciones astronómicas que tituló: Sidereus Nuncius, (el mensajero de las estrellas). Es el primer tratado científico que da cuenta de los hallazgos en el cielo nocturno gracias a la utilización del telescopio; Galileo le apuntó a la alta noche, a la luna y a Júpiter, y su publicación es considerada como el origen de la astronomía moderna. Pudo observar que la línea que separa en la luna el día de la noche poseía irregularidades en las áreas brillantes, y dedujo que las regiones oscuras eran planicies de poca altitud, mientras que las brillantes estarían cubiertas por irregularidades orográficas, estimó la altura de los picos lunares, contradiciendo la cosmología aristotélica que afirmaba que los cuerpos celestes eran (hasta entonces) esferas perfectas, lisas como bolas de billar. Con su aparato descubrió diez veces más estrellas que las que pueden verse a ojo desnudo y cuando observó las estrellas nebulosas (descritas antes por Ptolomeo) descubrió que en vez de ser regiones nebulares, estaban formadas de multitud de astros indistinguibles al ojo humano. Es, sin embargo, en la última parte del Sidereus nuncius en la que Galileo muestra su descubrimiento más importante: da cuenta de cuatro “estrellitas” cercanas a Júpiter y de sus movimientos alrededor del planeta. Así, del hecho de que estos astros cambiaban su posición relativa noche tras noche, dedujo que se trataba de cuatro lunas de Júpiter.
Galileo fue profesor de matemáticas en Padua, había nacido en Pisa en 1564 y falleció en Arcetri en 1642; fue juzgado por la Inquisición, y recién en 2009 fue indultado, cuando en el Vaticano se celebró una misa en su honor.

Aguará-í