La sociedad contemporánea de cambios acelerados puso en crisis prácticamente todo. Y ese todo incluye roles tradicionales e instituciones que hoy ven cuestionado y puesto en duda el poder que la comunidad humana le había delegado. Eso corre tanto para religiones tradicionales como para profesiones como la de los maestros, médicos y también periodistas que ven desafiado el alcance de su investidura por una comunidad cada vez menos dispuesta a conformarse y más convencida de que también puede tener razón.
En esa encrucijada se debate la justicia, que unos años atrás bien podría señalar que se sentía expuesta o asediada por los medios de comunicación masivos, pero hoy enfrenta el dictamen mucho más implacable, minuto a minuto, de las redes sociales.
La investigación tras la muerte del fiscal Alberto Nisman, que desde el principio conmocionó al país, ayer vivió un nuevo capítulo decisivo. Sí, capítulo decisivo, expresión que bien podría ser usada para una serie de televisión. Y es que a ese ritmo se mueve la opinión pública.