Violento temporal de viento y lluvia destruyó todo a su paso en colonias

Miércoles 1 de octubre de 2014
Fue como siempre describen quienes se quedan inmóviles cuando se sucede algo que nadie espera. “Fue como un silbido y un viento seco. Duró segundos y todo quedó  destruido”. Lo dijo la directora de la Escuela 471, Catalina Wesner, emplazada en el corazón de la Colonia Tambor de Tacuarí, en el límite de los municipios de Aristóbulo del Valle y Dos de Mayo. La escuela que dirige fue uno de los edificios que quedó destruido en gran parte tras el paso del temporal. Según muchos creen, éste pudo haberse tratado de un tornado, pero en una escala menor.
La escuela de material quedó como si hubiera sido objetivo de un misil, ya que parte de su techo  quedó hecho añicos. Las chapas retorcidas, parte de las paredes del salón múltiple y un aula, también y sus restos permanecían en el suelo. “Ahora lo más urgente es que los papás nos ayuden a tapar con lonas ese hueco y a separar todo lo que no sirve. Porque si el tiempo mejora y se puede, tendremos clases mañana o pasado mañana”, dijo esperanzada y todavía algo espantada, la docente Norma Bogado, mientras recorría una y otra vez la zona de desastre.
La Colonia Tambor de Tacuarí está a unos cuatro kilómetros de la ruta 14 hacia el oeste y en igual sentido, tierra adentro, está la Colonia San Juan. La primera pertenece a Aristóbulo y la segunda a Dos de Mayo. La calle de acceso es el límite entre las jurisdicciones, pero a los pobladores los unió más que nunca la desgracia, que bien pudo ser tragedia.
“Fue un poco antes de las diez de la noche, por eso no estamos lamentando un tragedia, porque los escombros y los hierros, quedaron esparcidos por todo el piso, si eso ocurría en horas de clase, ahora estaríamos lamentando otra cosa”, aseguró la directora, quien desde el año 2010 está al frente de la escuela que actualmente cuenta con una matrícula total de 80 alumnos entre primaria y secundaria.
“Los hombres y los vecinos de este lugar tienen una valentía y una entereza enorme, porque después de lo que pasó, de enterarnos que varias casas y galpones quedaron destruidos, muchos de ellos en la oscuridad total, bajo la lluvia, a martillazos y alumbrándose entre sí con linternas, fueron reponiendo algunos techos para que los afectados pudieran pasar la madrugada no tan a la intemperie”, detalló Wesner. La docente desea imperiosamente que el Consejo de Educación disponga rápidamente de la ayuda necesaria para poner la escuela como estaba antes del aparente tornado. Éste, a su vez, destruyó a la iglesia de la colonia, a alrededor de cuatro galpones de tabaco y al menos 30 casas.
El intendente de Dos de Mayo, Luis Franke, detalló a El Territorio que de acuerdo a los primeros relevamientos y denuncias concretadas en la Policía, hasta entrada la tarde se contabilizaban 30 viviendas afectadas parcial o totalmente por el fenómeno meteorológico. “Pero creo que con el paso de las horas, llegaremos a unas 50 propiedades destruidas dijo, y precisó que ya se había puesto en contacto con el Ministerio de Desarrollo Social y cuenta con la promesa de ayuda, al igual que con el área de Defensa Civil.
Según el propio intendente, en Colonia San Juan, se supo que se registró una mujer herida, al caerle parte de los escombros de una pared en su rostro. “Pero está bien, una herida superficial al parecer, no hay más heridos”, explicó.
En el casco urbano de Dos de Mayo, sobre la avenida principal, se produjeron también daños importantes en el supermercado Austral, casi frente al coqueto cementerio de la localidad.
“Qué a qué hora fue... No sé, la verdad que estábamos entrando a la noche y no estaba abierto el local porque el feriado de los comerciantes, acá, pasó al lunes”, dijo asustada todavía, la serena Zulema Sachuk.
“Las chapas volaron por todos lados, pasaron al otro lado de la calle, fue increíble lo que sucedió”, dijo, caminando entre las chapas retorcidas que en su alocado vuelo destrozaron el tendido eléctrico de la zona.

El miedo en la colonia
En la colonia los vecinos que se dedican a la producción de té y yerba en su mayoría, se apuraron para poner su lugar en el mundo más o menos como siempre fue. Los árboles que fueron dañados por las ráfagas que debieron superar los 100 kilómetros por hora, fueron cortados de su base y los prendieron fuego. El humo con olor a pino otorgaba al escenario una cuota sombría. Mientras los hombres se tomaban un descanso merecido, para luego seguir ayudando a despejar los destrozos en la Escuela 471. “Recién llegan”, dijeron a modo de broma, con las manos curtidas de la tierra colorada, el calor y ahora las tormentas con cuerpo de tornado.
A los vecinos envalentonados se sumaron en la tarea de reconstrucción los operarios de la cooperativa eléctrica que recorrían las colonias para restablecer el servicio.
El apuro por volver a tener techo en donde ya no había, tenía  un sólo motivo urgente: el cielo negro, caluroso, cambiante y un viento tan raro como a veces generoso. El tiempo estaba por descomponerse y nadie podía asegurar si la desgracia podía presentarse otra vez.


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