Por Justo José del Medio
A los que nos toca transitar y adaptarnos rápidamente a las nuevas tecnologías para no quedarnos out, la rapidez y la inmediatez de los cambios nos sorprende.
Aprendemos a los ponchazos a usar una nueva app, o a manejar el lenguaje comunicacional que se usa, mejor dicho readaptarnos al lenguaje ‘emoticonal’ universal que hoy la mayoría maneja.
Obviamente, tenemos una tendencia piterpanesca de imitar a los más jóvenes. A veces, pasamos papelones con nuestros contemporáneos y desubicación extrema con los Millennials y ni que hablar con los que nacieron a parir del 2000.
Estos chicos no saben lo que es vivir sin internet. A uno, que es curioso, le gusta enterase en qué anda la juventud y también en qué anda algún amigo, divorciado o separado. Me refiero en la búsqueda de compañera pa´ el baile. Ya sé, es una antigüedad. Ahora sería una chica para ‘la previa’.
Muy divertido cuando aprendí lo que significaba “me clavó un visto”. (Significado: Tenés exactamente menos de un segundo para enviarme una respuesta).
Veo que a los jóvenes en tren de histeriqueo amoroso les molesta sobremanera que su candidato/a les clave el visto y no les conteste el chat de WhatsApp.
Todo bien, joya, cool, etcétera, etcétera, eso entiendo el temperamento y ebullición hormonal de la juventud (sorry esto último, recuerden que no soy muy joven).
Ahora, lo que no puedo entender y me da mucha gracia es que una hija de 12 años me diga, me exija, me pida explicaciones de por qué le clavé el visto y no le contesté.
Difícil saber cómo seguirán cambiando nuestras vidas y relaciones con la tecnología. En lo que no debemos claudicar es en educar con valores a nuestros hijos, ayudarlos a manejar la ansiedad y potenciar la creatividad.