El tiempo dedicado a los gurises

Sábado 16 de diciembre de 2017
Cristian Cañete
Detrás de cada pelota hay una historia diferente. Hay futuro, esperanza, alegrías, tristezas, llantos. En fin… Detrás de ese elemental pero apasionado esférico se encuentran personas con la convicción de ayudar y guiar a muchas familias.
Una de ellas es Cristian Javier Cañete (43), estudiante avanzado de la carrera de Trabajo Social, que hace casi una década, allá por 2008, fundó la ONG Los Caras Sucias, una organización que por medio, principalmente del fútbol, tiene como único objetivo ayudar a las familias más carenciadas de los barrios que componen la zona este de Posadas con el punto central puesto en los más chicos y jóvenes que día a día luchan por tener un plato de comida en su mesa familiar y no caer en los distintos flagelos que existen en nuestra sociedad.
“Crecí en un ambiente en el cual luchábamos día a día para poder tener un plato de comida”, recuerda Cristian a la hora de hablar del trabajo social que realiza junto a un comprometido grupo de tareas.
Desde la creación de los torneos de fútbol infantil Los Caras Sucias, Cañete, quien también fue un reconocido y respetado árbitro en los torneos de la Liga Posadeña de Fútbol, ayudó a que los jovencitos y -por qué no- futuras promesas del fútbol misionero intenten superarse constantemente, a tener una esperanza y a no bajar los brazos en una sociedad en la que el día a día se hace muy difícil debido a las distintas circunstancias que merodean estos tiempos.
Pero no todo es fútbol. Si bien la pelota es la principal arma que posee Cristian para que los chicos no desvíen su camino, junto a su grupo de trabajo asisten a esos niños de escasos recursos en cuatro merenderos ubicados en los barrios Santa Rosa, San Onofre 2, San Jorge y San Isidro. Además, para incitarlos a estudiar, tienen a cargo una pequeña biblioteca en la Casita El Refugio, ubicada en el barrio San Onofre.
Sin recibir dinero, la ONG se las arregla por todos los medios posibles para lograr conseguir los insumos y la mercadería suficiente para poder cumplir con los jóvenes que asisten a los distintos merenderos.
Nacido y criado en pleno barrio Santa Rosa, junto a su madre Eustaquia Cañete y sus cinco hermanos, él sabe lo que es la lucha día a día de las familias más carenciadas y humildes del barrio y de la zona. Es por ello que todos los días trabaja para que esos más de 120 “gurises”, que  depositan la confianza en él, puedan “acostarse con la panza llena”.
Apoyado en su familia, su esposa Noelia Montiel y sus hijos Mariano, Facundo y Alma, Cañete busca ayudar en lo que más pueda a los chicos sin recibir nada a cambio más que la sonrisa y la felicidad de ellos, que para él y su grupo de trabajo es el mayor trofeo.