El bioetanol reduce hasta 65% la emisión de gases nocivos

Sábado 9 de septiembre de 2017

La Argentina redujo 65 por ciento la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) derivados del uso de biocombustibles, a partir de la producción de naftas con un corte de 12 por ciento de bioetanol de maíz, según determinó una investigación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta).
De acuerdo con el estudio, que calculó la huella de carbono de la producción nacional de naftas, el país emite 29 gramos de dióxido de carbono por megajoule de energía generada, mientras que para la Unión Europea el valor de referencia límite asciende a 84 gramos.
Jorge Hilbert, especialista asesor del Instituto de Ingeniería Rural del Inta Castelar, sostuvo que las diferencias en el volumen de emisiones del bioetanol argentino con el producido en otros países se debe a siembra directa, el reducido secado y a la etapa agroindustrial de transformación.

"Para Estados Unidos resulta indispensable aplicar el proceso de secado dada la alta humedad del maíz al momento de la cosecha, lo que aporta 170 gramos a la huella total de 547 gramos de Dióxido de Carbono (principal elemento de los llamados Gases de Efecto Invernadero) por cada kilo de maíz producido", afirmó.
Hilbert agregó que "en la Argentina, el maíz se cosecha con 15 por ciento de humedad, por lo que no es sometido a procesos de secado, además se cultiva mayoritariamente a secano y trae aparejado altos costos de la práctica de riego".
Además, señaló, "hay una tendencia creciente a la aplicación de fertilizantes para acompañar el desarrollo fisiológico de la planta en virtud de optimizar su aprovechamiento, lo que reduce dosis y evita el lavado por escorrentía o infiltración”.
Por último, especificó que las maquinarias utilizadas en siembra directa, de tecnología nacional, las hace altamente eficientes y ahorran hasta 40 por ciento en combustible.
Este trabajo se expondrá en VI Encuentro Argentino de Ciclo de Vida que se realizará en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, del 13 al 15 de septiembre.
A  raíz del compromiso asumido con la firma del Protocolo de Kioto para reducir gases de efecto invernadero, sumada a las controversias por la competencia entre alimentos y energía, se establecieron algunas pautas de sustentabilidad ambiental, económica y social específicas.
En esta línea, se planteó el “Análisis de Ciclo de Vida” como una herramienta eficaz para medir las diferentes huellas ambientales a lo largo de todas las fases productivas, desde la obtención de la materia prima hasta que el producto final esté a disposición del consumidor.
Para Hilbert, “la agricultura argentina, que desde sus orígenes estuvo favorecida por condiciones naturales de suelo y clima para su desarrollo, en los últimos años consolidó importantes avances tecnológicos y organizacionales que la destacan en el plano internacional”.
Así, de la mano de la genética de semillas y las innovaciones en la maquinaria agrícola, como así también en tecnología de procesos como la siembra directa y los nuevos sistemas de cosecha y almacenamiento, fue posible aumentar los rindes, preservar la sustentabilidad de los suelos, mejorar la captación de las lluvias y de carbono en el suelo y reducir el gasto en combustible y emisiones en todo el proceso de producción.
“Estos avances nos otorgan la posibilidad de demostrar el buen desempeño de la huella de carbono en todas los commodities exportables (soja, maíz, trigo, cebada, girasol, entre otros) y de multiplicar su valía en procesos de industrialización, para obtener productos y coproductos con acceso a los mercados internacionales más exigentes, que cumplen con las metas de reducción de huella de carbono exigidas”, expresó.