Dulces pesadillas de Uyuni

Martes 21 de febrero de 2017 | 21:00hs.

Por Antonio Bryce en viajerosunidos.com

En el año 2000, emprendimos con mis amigos el típico e increíble viaje mochilero: Buenos Aires - Machu Pichu, por vía terrestre. Lo más lindo del recorrido era decidir las escalas espontáneamente, sin más que el sentido común y las charlas con los viajeros que volvían... "Uyuni" era un nombre atractivo para frenar el viaje. Sal, sal, sal, sal.

Entrar a la tierra blanca fue alucinante. Más, haciéndolo colgado de la camioneta que nos llevaba. Lo más increíble del viaje no fueron las momias que se guardaban en pequeñas cavernas de montaña, ni tampoco la combinación de un cielo rojo sangre y gris petróleo (estaba por largarse a llover), si no el dormir en la isla del volcán. Esta no es una isla en realidad, porque no hay agua alrededor (pero la hubo). Es un oasis de tierra en medio de tanta sal. Allí hay un pueblito super interesante y humilde, amante de la conversación y enemigo de los chilenos (bué... generalizo... sólo el guía local parecía serlo... y si pensamos que lo único que tienen de agua es su recuerdo convertido en sal... se entiende un poco, no?...).

Ya noche (aún sin lluvia), comimos. Eramos 8 argentinos (mis 3 amigos y yo por un lado y 4 argentinos más que habíamos compartido viaje desde Jujuy, por el otro). Después de la cena (no se que era, no se que era, pero era rico...) fuimos a dormir ya que al día siguiente tendríamos un buen traqueteo por viaje. Bien... acá comienza la historia. Esa fue una noche densa. La lluvia hizo una cortina de ruido pesado, grueso, al golpear contra el techo. Eso, más que imposibilitar el sueño, lo aceleraba.

Cada uno de nosotros se durmió rápido. Cada uno de nosotros sintió que la pequeña frazada le hundía el pecho por su peso (y eso que era muy liviana). Cada uno de nosotros soñó pesadillas bastante rarelis: un amigo soñó que lo querían matar, mi amiga, que David Bowie la perseguía (y ella corría y corría sin fin, con la desesperación del miedo al ataque -"Ground control to major Tom!!!"-), yo soñé que conducía mi catre por el cielo mientras esquivaba sin mucha suerte millones de aludes que aparecían de todos lados.

El otro soñó que en el medio de la noche una sombra se lo quedaba viendo sin hacer nada (poca cosa eso, par mí que era yo... soy medio sonámbulo... pero el cagazo se lo pegó...). Cuando nos levantamos todos nos contamos nuestras pesadillas.

Sorpresa fue que los otros 4 argentinos también habían tenido pesadillas angustiantes. Desayunamos y nos fuimos, concidiendo que había algo que no era normal en ese lugar. Eso lo confirmamos 2 años depués. Uno de mis amigos que antendía la barra de un boliche, se encontró con dos suecas que recién habían llegado a Bs As, provenientes de Machu Pichu. Emocionado, mi amigo entró a preguntarles con un forzado inglés. Estuvieron en Bolivia? Sí! Estuvieron en el salar de Uyuni? Sí! Durmieron en la isla del volcán? Sí! Tuvieron pesadillas pesuti, pesuti? Y ahí las flacas se quedaron blancas. Les había sorprendido el hecho de que ellas y los que habían compartido la cabaña ese día, hubiesen tenido sueños de persecuciones, muertes y riesgos... y más aún que eso también nos había pasado 2 años antes a nosotros.

Será la comida, serán las historias de sacrificios aborígenes. Será lo que será, pero yo quiero volver ahí. Gente. Esto pasó en el 2000. Espero que puedan vivir esta experiencia y que el marketing no haya atravezado las fronteras. Espero que el guía siga vigente y que esas cabañas no las hayan comido la cadena Sheraton.

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