Informe de domingo: Aquella primera batalla naval

Domingo 23 de julio de 2017 | 09:15hs.
Alfredo Poenitz, historiador

La batalla de Mbororé, librada durante la Semana Santa del año 1641, significó el triunfo contundente de una coordinada acción conjunta de jesuitas y guaraníes sobre un nuevo intento de invasión de los bandeirantes paulistas atacando a los pueblos guaraníes que se habían establecido entre los ríos Uruguay y Paraná.

 

La batalla, cuyo primer episodio ocurrió en el río Uruguay, cerca de San Javier, es considerada la primera confrontación naval ocurrida en actual territorio argentino.

 

En el mes de enero de 1641, ante claras evidencias de una nueva bandeira, de dimensiones mucho mayores que las anteriores que asolaron el Guayrá y el Tape, el padre Ruyer envió una misión exploradora al Acaraguá al mando de los padres Cristóbal Altamirano, Domingo de Salazar, Antonio de Alarcón y al hermano Pedro de Sardoni, junto a un buen número de guaraníes.

 

El relato dejado por el padre Ruyer indica que “por el camino luego encontraron algunos cuerpos muertos y algunos daban muestras de haber muerto pocos días antes según estaban de frescos, gran cantidad de flechas, canoas que se cruzaban rodando y sobre todo encontraron más de diez o doce balsas hechas de unas cañas de la tierra que los indios llaman taquaras muy bien hechas y acabadas. Con esto los Padres discurrieron la cercanía del enemigo...”.

 

Esta misión permitió conocer importantes aspectos, como el número, posición e intenciones del enemigo, que les permitieron preparar mejor la defensa del territorio misionero.

 

A fines de febrero, 2.000 guaraníes esperaban sobre el arroyo Mbororé a los invasores. El día 25, el padre Altamirano, uno de los más eficientes estrategas y combatientes en esta batalla, ordenó que partieran ocho canoas desde el Acaraguá, río arriba, en reconocimiento. A pocas horas de navegar, esas ocho canoas se encontraron frente a frente con la bandeira que silenciosamente venía bajando con la corriente del río con sus 300 canoas y balsas pertrechadas.

 

Los guaraníes rápidamente comenzaron a replegarse hacia el Acaraguá, perseguidos por 300 canoas bandeirantes que fueron recibidas a cañonazos al aproximarse al puesto de avanzada de los misioneros.

 

Según narra el padre Ruyer, en ese momento un gran aguacero se desplomó sobre el río y la selva, obligando a ambos grupos a buscar resguardo. Mientras un grupo de guaraníes permaneció en el cuartel del Acaraguá, el padre Altamirano con otros indios descendió hasta el cuartel de Mbororé para alertar sobre la presencia inmediata del enemigo.

 

Durante la noche, momento en que el temporal se detuvo, los bandeirantes prepararon el asalto al puesto del Acaraguá. Al amanecer, cuando pretendieron ejecutarlo, fueron sorprendidos por los guaraníes bajo la dirección de Ignacio Aviarú. 250 misioneros distribuidos en 30 canoas enfrentaron en aguas del río Uruguay a más de 100 canoas tripuladas por bandeirantes, frente al puesto del Acaraguá. Cuando la batalla naval llevaba ya más de dos horas, “llegó el padre Altamirano -dice el padre Ruyer- animando de nuevo a los indios que alentándose de nuevo dieron sobre el enemigo y le hicieron huir infamemente más de ocho cuadras, y saltaron a tierra no queriendo pelear más, aunque le desafiaron e incitaron muchísimo los nuestros”.

 

En Semana Santa
El 11 de marzo, en plena Semana Santa del año 1641, los bandeirantes decidieron abandonar el Acaraguá y bajar hacia Mbororé. 60 canoas con 57 arcabuces y mosquetes, comandadas por el capitán Ignacio Aviarú, los esperaban. En tierra, miles de indios se habían apostado con arcabuces, arcos y flechas. A las 2 de la tarde, narra el padre Ruyer, “comenzó a descubrirse por una punta del río la armada enemiga, que venía ostentando su poder y arrogancia...”. Inmediatamente las canoas guaraníes se pusieron en formación de guerra.

 

En medio del río Uruguay chocaron violentamente canoas y balsas, en medio de una lluvia de flechas, piedras y tiros de arcabuces y mosquetes. Desde las empalizadas emplazadas en la orilla se disparaba también sobre el enemigo, en un juego de doble ataque, fluvial y terrestre. El resultado de la batalla prontamente fue favoreciendo a los guaraníes. Algunos portugueses arrimaban sus canoas a la costa y huían a la selva, otros arrojaban sus armas al río para que no cayeran en manos de los guaraníes y tomando los remos se apresuraban a retroceder. Decididos a huir por tierra, desde una loma durante toda la noche se dedicaron a levantar empalizadas. Hacia allí se dirigieron los guaraníes que, ante una carta de rendición la destruyeron y asaltaron la empalizada bandeirante.

 

Bombardearon la fortificación
Durante los días 12, 13, 14 y 15 de marzo, los misioneros bombardearon continuamente la fortificación con cañones, arcabuces y mosquetes, tanto desde posiciones terrestres como fluviales, sin arriesgar un ataque directo. El 16, a las 11 de la mañana, los portugueses mandaron en un pequeño bote con una banderita blanca otra carta pidiendo el cese del fuego y ofreciendo una rendición. Esta también fue rota por los guaraníes. En un acto de desesperación, los bandeirantes se lanzaron en sus canoas y balsas al río bajo una lluvia de municiones, flechas y piedras. Río arriba, en la desembocadura del Tabay, 2.000 guaraníes los esperaban fortificados para impedirles la fuga. Sin posibilidades de organizarse para presentar batalla, optaron por retroceder hasta el Acaraguá e internarse en el monte. Comenzó allí una cruel persecución por la selva.

 

La victoria había sido absoluta y aplastante. A partir de allí no se repitieron nuevas bandeiras y las Misiones comenzaron a desarrollarse en paz y armonía por más de un siglo.

 

Los padres se dedicaron a confesar

Los misioneros buscaban una batalla total, en un sitio elegido inteligentemente. Ese sitio era Mbororé, una zona muy favorable para los misioneros, por estar establecido allí el cuartel y porque desde el lugar era posible una rápida comunicación con los pueblos en caso de necesidad de suministros o de una eventual retirada.

 

La vuelta de Mbororé es un recodo del río Uruguay con sus orillas cubiertas por una espesa selva en galería. Ante la retirada de las tropas misioneras hacia Mbororé, los bandeirantes se establecieron el 9 de marzo en el puesto del Acaraguá con la finalidad de abastecerse de comida y organizarse para el ataque a los pueblos.

 

La situación se les tornó crítica, pues los guaraníes antes de retirarse habían destruido todo lo que les hubiese servido, incluyendo los cultivos que existían en las chacras de los alrededores.

 

En Mbororé, durante los días 9 y 10 de marzo los padres y los capitanes guaraníes se dedicaron a preparar a la fuerza de 4.200 guaraníes para la batalla final.

 

Mientras los padres, día y noche, se dedicaron a confesar a todos los soldados, los hermanos y capitanes caciques planificaban el ataque.