Edy González Lemos, candidata a Misionera del Año 2016

Sábado 3 de diciembre de 2016 | 09:00hs.
Edy González Lemos

Edy González Lemos (47) es docente de la la Escuela 898 en el paraje Alegría, en la localidad de San Antonio. Se desempeña en esa institución desde el 2004; primero iba a pie los 20 kilómetros que separan al pueblo de la colonia. Pero luego optó por un medio de transporte más adecuado para la picada.

La mae llega a la escuela a caballo. Tuvo que valerse de este animal para ser puntual. “Voy a caballo para llegar a tiempo; y hay otros chicos que caminan ocho o diez kilómetros. Es una escuela común pero hay chicos especiales, con muchas necesidades, con hambre, y a muchos les resulta imposible ir hasta el pueblo”, describe en diálogo con El Territorio y agrega: “Ese sentirme útil es lo que me mantiene viva”.

Edy es una maestra rural aguerrida. Cuando se refiere a sí misma, se dice nacida y criada en San Antonio - municipio alejado a 310 kilómetros de la capital provincial- y que hace 18 años se dedica a la docencia. En octubre de 2008 le diagnosticaron cáncer de pulmón pero lejos de darse por vencida se impuso al designio del destino.

Si bien el Consejo General de Educación (CGE) le asignó cambio de tareas por su enfermedad - para realizar trabajo administrativo en la oficina de supervisión que funciona en el pueblo - ella prefiere cabalgar hasta el paraje Alegría. “Bendigo esta situación, la gloria y la honra son para Dios, yo tan sólo soy un instrumento para llevar sus palabras, su amor” dice la maestra respecto a su nominación al premio El Misionero del Año.

“Jamás me interesó diplomas o reconocimientos porque hacer el bien sin esperar nada a cambio ya tienes la satisfacción del deber cumplido. Así como yo hay muchas docentes y no docentes que se brindan y dedican su tiempo en ayudar a niños y grandes. La vida es un eterno aprendizaje”, comenta.

La escuela 898 era antes un aula satélite. En la actualidad tiene una matrícula de 60 alumnos, cada uno llega al lugar con una mochila pesada pero escasa de útiles.

Para atender a los alumnos se encuentra Edy, quien además de cocinar dicta clases en primero, segundo y tercer grado mientras que el director se ocupa de los cursos más altos: cuarto, quinto, sexto y séptimo.

Dos personas para contribuir en la formación de chicos que, además de demandar herramientas para lidiar con las divisiones y las reglas de ortografía, necesitan cariño. “Acá nadie escapa al trabajo de la chacra”, cuenta la maestra. Piensa que con sus actos deja un legado para sus hijos, de 16 y 25 años. “Los crié así, la gente que trabaja sale adelante. Ellos saben el amor que le tengo a los niños y a la escuela es bastante grande. Por ahí hasta se ponen un poquito celosos”.