Vale la pena recordar

Miércoles 11 de enero de 2017

Señor Director:
Si bien es cierto que en estos últimos años la informalidad y la resignación ante los hechos consumados son el símbolo que exhiben lamentablemente una inmensa mayoría de nuestros pueblos, quienes todavía seguimos fieles a la cultura ejemplar que persistió hasta la década de los 60 cuando no dominaba la tecnología de ahora, jamás vamos a sepultar en el olvido a quienes, sin aceptar la tentación del vil dinero como tampoco la presión de gobernantes corruptos como totalitarios, han tenido la dignidad de afrontar y enfrentar, sin miedo y en todo momento, a quienes pretendieron someterlos. Ya hace muchos años que en lucha desigual vengo exigiendo que rescatemos de ese injusto olvido, tanto sobre la verdad de esta histórica provincia como también a nuestros pioneros como a quienes con sacrificio, esfuerzo y humildad se prodigaron en organizar y consolidar una sociedad misionera auténticamente culta, generosa y solidaria que es ejemplo en la república. La dignidad del ser humano se medía por sus valores morales y éticos en base a la decencia, la humildad y el respeto a sus derechos y obligaciones.
En el país imperaba la dictadura militar y aquí en Misiones ya eran insoportables los abusos, prepotencia y agravios al pueblo misionero por parte del gobierno de facto de la Armada dirigida por los capitanes de navío Paccagnini y Pérez Echeverría. Ante insoportable situación, el 30 de mayo de 1980 fundé la Comisión de Defensa de los Legítimos Intereses de Misiones (Codelim), con una categórica proclama que la difundí en primera plana en el histórico periódico Econorte que dirigía en Eldorado, donde exigía absoluto respeto a la Constitución de Misiones; apoyo al agro y al sistema cooperativo; defensa de Papel Misionero; rectificación de la política económica que está destruyendo la producción misionera y, hasta tanto vuelva la democracia “Misiones debe ser gobernada por misioneros”. En apenas cinco meses la adhesión fue masiva donde difundía Econorte, desde Jardín América hasta Iguazú y desde Aristóbulo del Valle hasta Bernardo de Yrigoyen, donde la ciudadanía de entonces, sin miedo, se sumaba a esos objetivos, inclusive con sus fotos.

Ese valiente comportamiento trascendió al resto de la provincia porque de inmediato se convocó a una reunión multipartidaria en la casa de Barrios Arrechea, donde se aprobó la redacción de una solicitada dirigida a los responsables de esa dictadura y al pueblo argentino. Lo notable fue que el mismo dictador Rafael Videla sacó de Misiones a la Armada y la sustituyó por el Ejército Argentino. Y también ocurrió algo insólito ya que durante ese régimen no se privatizaron Papel Misionero, como tampoco el Banco Provincia ni el Instituto del Seguro, pero años después, en plena democracia esas históricas instituciones dejaron de ser patrimonio de los misioneros. Pero antes de ese cambio, Paccagnini denunció ante la Justicia provincial el delito de desacato de todos los firmantes de esa histórica solicitada. Y en diciembre de 1980 el juez Ricardo Biazzi, en un comportamiento de coraje civil, rechazó esa pretensión invocando antecedentes jurídicos y asegurando que “el desacato por la prensa es una peligrosa creación política reaccionaria, derogatoria del Artículo del Código Penal, el cual tiene el claro sentido de liberar de pena al que dice la verdad sobre un funcionario incorrecto”. Como consecuencia de ese extraordinario coraje moral de Ricardo Biazzi, éste sufrió dos atentados con serio riesgo inclusive para su familia. Desde 1980 a 1983, cuando termina la dictadura, si se aprobaba ese desacato muchos de nosotros hubiéramos estado presos, torturados y hasta desaparecidos. Biazzi fue separado de la Justicia pero vuelta la democracia fue diputado provincial, luego electo rector de la Universidad Nacional de Misiones y ya como profesor se jubiló el año pasado.
Creo, ya debería ser así, que Ricardo Biazzi, por su transparente trayectoria, merece en vida un reconocimiento tanto por parte del Colegio de Abogados, el propio Poder Judicial, la Cámara de Representantes y de la Unam, donde cientos de egresados y alumnos fueron testigos de su digna humildad. El periodismo también debería rescatar ese valor civil como ejemplo para la comunidad.

Alberto Mónaca
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