Camas solares: éstos son los riesgos más frecuentes

Lunes 15 de enero de 2018 | 02:00hs.
Foto: Imagen Ilustrativa
Existe cierta tendencia, tanto en hombres como en mujeres, de procurar llegar al primer día de vacaciones con algo de bronceado sobre la piel. Esta práctica suele inducir al uso (y en ocasiones abuso) de las camas solares que permiten acelerar el proceso.

Para sorpresa de muchos, el bronceado de la piel es técnicamente una respuesta del cuerpo ante la agresión y el daño de la radiación UV, según explica la doctora Margarita Larralde, miembro del Servicio de Dermatología del Hospital Alemán. “El color bronceado va desapareciendo gradualmente, sin embargo, el daño producido en las células de la piel permanece y se va acumulando porque la piel tiene memoria”, advierte la especialista.

Muchas entidades recomiendan no exponerse de más a las radiaciones ultravioletas, sobre todo porque las emitidas por una cama solar siguen siendo consideradas potenciadoras del riesgo de padecer cáncer.

Según el dermatólogo Eckhard Breitbart, el riesgo aumenta cuando la persona va a la cama solar antes de los 35 años. Además, eso hace que la piel envejezca más rápido y los efectos son irreversibles. Es por esto que en algunos países está prohibido el uso de camas solares, como son los casos de Australia, Canadá y hasta Brasil. Estados como Francia tienen proyectos legislativos que evalúan sumarse a este grupo.

Larralde argumenta: “Existe evidencia de que la exposición a la radiación ultravioleta de forma intermitente está relacionada con la aparición de todos los tipos de cáncer cutáneo, incluyendo el melanoma (tumor maligno de células pigmentaria). Es el tipo de cáncer cutáneo menos frecuente, pero el que produce mayor número de muertes relacionadas con el cáncer de piel. Por esta razón, existe una gran preocupación en la comunidad científica acerca de los riesgos cancerígenos de la utilización de camas o lámparas solares para broncearse”.

El problema con los “tanoréxicos”

Los adictos al bronceado experimentan una pérdida del control de sus límites, el cual evita poder parar el proceso de bronceado una vez que la piel ya está morena, dicho patrón es similar a otras adicciones como el alcoholismo o tabaquismo.

Algunos síntomas que experimentan estas personas serían: ansiedad excesiva por no perder el tono ganado y la frustración crónica sobre el color de la piel, cuando la persona afectada está convencida que su tono es constantemente inferior de lo que realmente es.

En conclusión, resume Larralde, las personas que deben extremar la precaución ante la exposición solar y que no deberían utilizar camas y lámparas solares, son “los menores de edad, aquellos que tienen la piel muy clara, los que se queman con facilidad, personas con muchas pecas y lunares, con historia personal o familiar de cáncer cutáneo, los que tomen medicación fotosensibilizante (como por ejemplo tetraciclina, chlorpromazina, amiodarona y quinolona) y aquellos que posean un daño solar cutáneo extenso”.