Amores virtuales, pasiones infernales

Viernes 8 de diciembre de 2017 | 14:00hs.
Las relaciones en tiempos de redes sociales están viciadas. Se sostienen sobre un espejismo de romanticismo cuando, no hay comparación.

Al consultorio de la doctora Barbara Abadi, psicoanalista de la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) llegan a diario pacientes de todas las edades con el mismo problema: relaciones amorosas complejizadas con la intermediación de las redes sociales. Es parecido a una epidemia, una rutinaria cadena de sucesos que se repiten en las personas, quienes no pueden resolver el límite lo real y lo virtual. Abadi comentó lo que le sucedió con su paciente más reciente: “Llegó al consultorio y me dice: ‘Hoy vengo muy triste, con mi pareja estamos bastante mal. Le dije que me siento muy solo, muy encerrado y ella me manifestó aspectos que yo mismo provoco, que siente lo mismo, que también está cansada. Ambos pensamos en separarnos’. Le interrumpí y le pregunté si esto ella se lo había dicho en tono lamentativo, si había lágrimas. ‘No, era por chat’, me dice. ‘¿Todo esto se lo dijeron por chat?’. ‘Sí’. ‘¿Siempre es así?’, pregunto. ‘Sí’, contesta.

Está claro que la tecnología ha ido modificando la forma en la que se construye el amor en la contemporaneidad, estamos mediados por la inmediatez de las redes sociales. Tenemos el mundo en una pantalla y podemos acercarnos a tener una conversación con alguien mediante diversos medios. Este mundo permeado por nuevas modalidades de comunicación y, por ende, nuevos lenguajes genera incógnitas sobre la construcción cultural de los afectos y cómo se vive el amor.

Frente a la situación, Abadi empieza señalando varios aspectos que pueden ser de utilidad a la hora de abordar el amor en tiempos de Internet: “Empezar por pensar que lo virtual es la oposición a lo real. Y aclarar también que el amor siempre tiene algo de virtual, no se explica, ni se basa en lo real. Se basa en los fantasmas, en las fantasías, en las proyecciones que hacemos sobre el otro. Debemos decir, entonces, que todo amor tiene algo de virtual, tiene algo de construir matemáticamente”.

Sin embargo, en una relación tradicional amorosa, poco a poco esas construcciones virtuales van desapareciendo y son reemplazadas por algo más real. El enamoramiento se va desintegrando y da paso a la construcción del amor desde otro tipo de lazos. El compromiso en la aceptación de otro que nos puede resultar ajeno e incomprensible es la parte frustrante en la construcción amorosa y también la causa del rompimiento.

Sahovaler de Litvinoff, autora del libro El sujeto escondido en la realidad virtual, señala que la razón por la que el amor a través de las redes sociales ha tomado tanta fuerza se debe a que “el desarrollo cibernético se ha convertido al mismo tiempo en refugio y en escenario. En refugio, ya que favorece las relaciones a distancia, el ocultamiento de la persona y el anonimato. En escenario, porque al mismo tiempo ha permitido un despliegue de fantasías y confesiones que encontraron en el universo virtual una vía privilegiada de expresión”.

De este modo, en las relaciones que se tejen en las redes sociales –de las que además pareciera que existe todo un menú para elegir y en donde incluso algunas están hechas para la tarea enfática de conseguir pareja o al menos ligar– falta algo muy importante para el encuentro amoroso: la presencia del cuerpo.

Para Abadi este es uno de los principales problemas que presentan las redes: “El encuentro amoroso, si bien tiene una gran construcción virtual, no puede prescindir del encuentro de los cuerpos. Un momento erótico no puede existir sin dos cuerpos que se encuentren. Y me parece que ahí quizás encontramos la dimensión más problemática que puede tener el uso de las redes sociales o incluso el efecto que puede tener en la construcción de subjetividad de la época. Hay una dificultad intrínseca del ser humano en el encuentro con el otro, sobre todo en el encuentro con el otro que es sexual.

Freud decía, en El malestar y la cultura, que hay tres fuentes de sufrimiento: una en el cuerpo como finito y su relación con la muerte, otra es la naturaleza (el mundo externo con el que también se nos puede provocar sufrimiento) y la otra es la relación con otros seres humanos. Esta última, decía, es la mayor fuente de sufrimiento, el vínculo con los otros. Entonces, en este punto del encuentro sexual las redes sociales intentan plantearse como solución, pero siempre fallida. Esto va a ser todo un síndrome, intentan encontrarse con alguien y suponen que es fácil: le 'whatsappeas'. Esta es una solución engañosa porque la verdad que yo veo en mis pacientes y amistades es que para nada es más fácil ahora un encuentro que antes. En mis pacientes de 25 veo que están en relaciones en las que se ven una vez por mes, y me dicen cosas como: ‘Pero hablamos todos los días’. Y claro, ‘hablamos’ en comillas.

A veces sin llegar a verse. Esto sin querer hacer un juicio valorativo, porque no siento que sea necesario. Las redes sociales tienen grandes utilidades, el problema es el uso que se les dé, que obviamente va a tener repercusión en la realidad. Y el uso que se les dé tiene que ver con la neurosis de cada uno. Un paciente me decía que su problema con Tinder es que se dio cuenta que siempre podía haber una mujer mejor. Claro, siempre hay una más linda, más canchera. No podía elegir y terminó hablándoles a muchas.”

Para Abadi, en este punto se encuentra la principal razón por la que las relaciones sociales en Internet han tomado tanta fuerza: porque a través de la pantalla es posible agilizar el vínculo, hacer que la relación tome un carácter completamente distinto con un afán persistente. Esta distancia y esta agilidad conspiran contra lo que es básicamente el amor, porque el amor es inconsistente a lo superficial. La distancia que generan las redes sociales impide compromiso, rompe con el encuentro cuerpo a cuerpo y lo reemplaza con una fotografía sobre lo que elegimos mostrar. Es un tipo de relación más cercana al narcicismo que al amor; de ahí la distancia imposible de saldar, porque en la construcción amorosa el otro es significativo, nos recuerda que no soy todo, nos complementa. Una de las cosas que hace el pensamiento mágico de las redes sociales es que logro todo, todo el tiempo y solo me basto yo. Es una decisión narcisista que me aleja del amor.