Hospital Madariaga, la dura vigilia nocturna por los enfermos

Jueves 19 de enero de 2017 | 11:03hs.

Por Mauro Parrotta

Poco antes de las 21, el movimiento se va concentrando solamente en el sector de Emergencias y aparece el personal de limpieza que con una inmediatez llamativa, limpia todo a su paso y en minutos, la puerta corrediza, la principal del Hospital Escuela Ramón Madariaga, se cierra.

Poco después de las 21, solamente los familiares son los que quedan en distintos sectores del patio semi iluminado y el silencio es casi molesto. Alguna que otra ambulancia al llegar de una emergencia rompe la paciente estadía de poco más de unas cien personas que permanecerán en vigilia hasta la siguiente madrugada.

Son los familiares de quienes están internados desde hace días, semanas y meses en el Madariaga, con lesiones o enfermedades leves o graves, que corren riesgo o están pronto a ser dados de alta.

No tienen otra alternativa que esperar a la intemperie, en los duros bancos del patio, en silletas o sencillamente en el pasto, con alguna manta o sobre bolsas o mochilas.

Durante años la única alternativa para pasarla algo mejor, especialmente para quienes vienen de otras localidades de la provincia de Misiones, fueron los albergues que no dependen del Estado.

Ahora funciona uno sobre la calle Ameghino al 1556, de la congregación Río de la Plata. "Tenemos 7 camas, una cocina, una heladera, es lo básico, lo sabemos, pero ayuda a estar mejor que la intemperie y al menos en un cama", explicó a El Territorio Eugenio Albretch, uno de los colaboradores del lugar, que se ubica frente a la plaza del barrio Villa Urquiza, a unas cuatro cuadras del Hospital Madariaga.

"Sabemos que esto funciona del boca a boca, a veces vamos hasta el hospital y les comentamos a quienes están a la noche sobre el albergue, pero cuesta hacerlos salir de la desconfianza", dijo uno de los voluntarios del albergue, Christian, quien junto a su esposa pasan algunas horas en el lugar para recibir y ayudar a quienes se llegan hasta la casa para estirar sus cansados cuerpos.

"Estamos hace dos días ya no?, pregunta una de las mujeres al resto del grupo familiar conformado por unas 10 personas, que esperan sentados en silletas y sobre el pasto, a metros del acceso principal iluminado pero cerrado, del Madariaga.

"Podemos ir al baño y conseguir agua para el mate, pero tenemos que entrar por el acceso a Emergencias", explicaron, haciendo zigzag entre las ambulancias, camillas y quienes esperan desesperados por saber qué les pasó a sus accidentados.
"Ahora con estos calores son pocos los que vienen al albergue, sabemos que no es cómodo cuando hace calor y muchos eligen estar al aire libre, pero cuando llueve o hace frío, realmente vienen muchas personas y a veces no alcanza el espacio", aseguró Albretch.

El mismo Albretch, que se reparte responsabilidades entre la congregación evangélica y su oficio de periodista, detalló que desde que empezó a funcionar y hasta la actualidad, "se atendieron a unas 1.000 personas".

La soledad de la abuela
A pocos pasos de la familia posadeña que sabe que sus días de espera pueden sumar varios más, la abuela Blanca Rosa acomodó a su nieta de un año sobre un paño y ella, a su lado, explica: "Estoy hace dos días, mi hijo de 19 años es el que está internado, tuvo una rara infección en los testículos y lo tienen que operar. Pero yo ya no tengo comida y no sé cuánto más me tengo que quedar".

La abuela dijo ser del interior y que la niña de un año es hija de otra hija que al parecer tampoco pudo ayudar mucho a la corajuda mujer.

El albergue y el caso emblema
El albergue funciona desde hace unos 6 años y desde entonces las historias que se entrecruzan son verdaderas historias de vida, a veces, difícil de imaginar o creer que tuvieron resolución felíz.

En la noche del miércoles, un hombre de Eldorado utilizó las instalaciones y mientras arreglaba en donde dormiría algunas horas, apoyó su Biblia, la lectura que le servirá de guía y contención, mientras su mujer se recupera en manos de los doctores del Madariaga.

Los voluntarios del albergue Río de la Plata, como Christian, Claudia y el propio Eugenio Albretch, no dudaron en afirmar que si hay un caso emblemático, es el de un papá del lejano Pueblo Illia, en el muncipio de 2 de Mayo, que se vino sin nada, casi con las dos manos atrás, con su hijo que nació con una grave enfemedad. "Con muchas carencias, con muchas falencias en su educación, pero la fortaleza de ese hombre fue increíble, peleó, luchó y consiguió que atendieran a su hijo, mientras su esposa había quedado internada en el hospital del pueblo", recordó Albretch.

Aquel papá llegó a Posadas con su hijo Santi, que nació con la dura afección de la mielomeningocele (El mielomeningocele es el tipo más común de espina bífida. Es una anomalía del tubo neural en la cual los huesos de la columna no se forman completamente, lo que da como resultado un conducto raquídeo incompleto. Esto hace que la médula espinal y las meninges -los tejidos que recubren la médula espinal)-protruyan de la espalda del niño).

Mientras atendían a su hijo, el papá pasó unos 40 días afuera del Hospital Madariaga, pescando y comiendo en el Río Paraná, en donde también se bañaba. "Luego entró en confianza con nosotros y pasó varios días en el albergue. Ahora quizás regrese en estos días para el chequeo de su hijo, que está bastante mejor, esto empezó hace unos dos años", detalló Christian.

Historias y padecimientos como estos, se replican de distintas formas en cada una de las personas que pasan sus noches sentados o acostadas en el patio del Parque de la Salud. Y tal parece, seguirá ocurriendo por siempre.