Girasoles detectan a sus vecinos y rinden más

Sábado 15 de julio de 2017
Investigadores de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba), junto con un científico argentino (egresado de la Fauba) de la Universidad de Adelaida, Australia, descubrieron que plantas de girasol sembradas a una densidad dos o tres veces más alta que la de un cultivo comercial pueden detectar a sus vecinas inmediatas a través de cambios en la calidad de la luz que reciben. La respuesta es sorprendente: los tallos de cada planta se inclinan alternadamente hacia uno y otro lado del surco, donde hay más luz solar. Este mecanismo no sólo les permite reducir el sombreo mutuo sino que también el rendimiento en aceite por unidad de superficie aumenta hasta un 47%, comparado con girasoles forzados a crecer erectos a la misma densidad.
“En la Argentina se siembra comercialmente girasol a razón de cinco plantas por metro cuadrado, y en esas condiciones el proceso no ocurre porque no hay interferencia entre plantas jóvenes vecinas. Pero en nuestro experimento, con diez o catorce plantas por metro cuadrado, verificamos por primera vez este patrón tan particular en el que las plantas, como si fueran los dientes de un serrucho mirando al cielo, se van inclinando de manera alternada hacia ambos lados del surco. Esto les permite interceptar mejor la luz del sol y, en conjunto, aumentar el rendimiento de aceite”, señaló Mónica López Pereira, primera autora del trabajo publicado en la prestigiosa revista PNAS.
El rendimiento en aceite de los girasoles con inclinación natural fue más alto que en los que se evitó la inclinación de los tallos. En cuanto a los rendimientos medidos, López Pereira aclaró que al auto-organizarse de esta forma, los girasoles sembrados a densidades elevadas en los experimentos rindieron entre un 19% y 47% más de aceite por metro cuadrado que aquellos girasoles a los que se manipuló para que crecieran verticalmente.
“Los híbridos que usamos respondieron distinto al aumento de la densidad de siembra, y este es otro resultado clave de nuestro trabajo. El hecho de que la mayor o menor inclinación dependa de los diferentes genotipos abre grandes posibilidades para los semilleros, ya que podrán seleccionar aquellos materiales que se comporten mejor en densidades de siembra más altas”, sostuvo López Pereira, quien también es docente de la cátedra de Cultivos Industriales de la Fauba.
Por su parte, Antonio Hall, profesor emérito de la UBA y co-autor del trabajo, explicó: “El patrón que encontramos es resultado de un proceso de auto-organización de las plantas. Si bien este tipo de procesos poblacionales ya se conocía a nivel de comunidades de varias especies, nuestro trabajo comprueba por primera vez un caso de auto-organización en vegetales de un solo genotipo -un híbrido- sin que medien cambios en su demografía; es decir, sin nacimientos ni muertes de individuos, hechos esenciales en comunidades vegetales auto-organizadas”.
¿Cómo y cuándo comienza el fenómeno? Hall, quien también es investigador emérito del Conicet, añadió que la auto-organización arranca temprano en el cultivo, producto de un cambio en su ambiente lumínico.
“Como en un efecto dominó, una primera planta -a la que llamamos pionera- detecta que otra, una vecina inmediata, la está sombreando. Esto hace que la pionera se incline hacia el espacio entre surcos, modificando así el ambiente lumínico a su alrededor. Luego, las dos vecinas de la pionera se inclinan, pero hacia el costado opuesto. Este es el principio de una ‘onda’ de inclinaciones sucesivas que se prolonga hasta poco antes de que el cultivo florezca”.