“Nadie quiere invertir en los chicos”

Domingo 30 de julio de 2017
Vega es pastor capellán de la iglesia Ministerio Uno en el Señor. | Foto: César Lasso

En junio se cumplieron seis años del asesinato de Lucas Vega (18) a mano de dos adolescentes  que entonces tenían 14 y 15 años. Lo abordaron en la calle de madrugada, querían dinero o un teléfono celular. El mayor tenía un arma y le descerrajó un tiro en la cara. El joven falleció quince minutos después, mientras era asistido en el hospital Madariaga. Los médicos no pudieron salvarlo.  
Esos chicos que hoy alcanzaron la mayoría de edad ya no están en la provincia y no tuvieron condena porque eran inimputables. La investigación estableció que antes del atraco consumieron alcohol y alguna otra sustancia. El arma se la robó uno de los adolescentes a su padre Policía Federal.
Por este caso, se conmovió la sociedad misionera y se debatió acaloradamente algunas semanas sobre la pertinencia de la baja de la edad de imputabilidad.

Al mismo tiempo, el pastor evangélico Daniel Vega y Estela Escumbarti, padres de Lucas, pedían paz y que no haya venganza. Promovieron la apertura de un centro de contención para adolescentes no punibles incursos en delitos, y que de esta manera no tengan que ser alojados en la Unidad Penal IV de Menores.  
Lograron que el gobierno provincial abra el hogar Lucas en Garupá, en 2012, con un proyecto fuerte en la contención y resocialización con las familias. Sin embargo, dos años más tarde, los Vega fueron desafectados de la colaboración con este espacio.
Después de todo aquello, Daniel Vega cuenta hoy a El Territorio que, pese a que funciona el centro Lucas y de todo lo que se habló y se sugirió, “seguimos igual que en 2011, cuando matan a Lucas, incluso igual que mucho antes, porque el drama de la droga y los adolescentes que cometen delito no es de ahora, y siempre se habla, se debate pero no conseguimos ninguna solución, hay un vacío y la Justicia y la sociedad no saben qué hacer con los menores que delinquen”, sostuvo en una entrevista sobre su tarea en la promoción de la paz y la prevención de las adicciones. Y deslizó: “Nadie quiere invertir en los chicos (...) y peligra su futuro”.

En 2014 se ha desvinculado del hogar Lucas, ¿cuáles fueron los motivos?
Como impulsores de un centro de contención de adolescentes que han cometido delito pero que no son punibles, estamos conformes de que el centro esté funcionando, porque antes no había un espacio para estos chicos y terminaban alojados en la UP IV con menores procesados y condenados. En ese sentido, si bien no es motivo de estar contento el que haya menores que necesiten de este  lugar, es una necesidad. Mi esposa y yo ya no trabajamos en el centro desde 2014, y ha quedado el nombre de Lucas.
En cuanto a los motivos, yo no soy de reclamar, pero lo que nos ha llevado a tomar esta decisión es que nunca pudimos estar al frente del hogar, no nos han dejado desarrollar nuestro proyecto.
En un primer momento consideramos que teníamos las herramientas como las que nos ayudaron a nosotros a mantenernos -no a sobreponernos- en medio de una situación muy difícil y ayudar desde ese lugar a los adolescentes en conflicto con la ley, pero pasó el tiempo no se daba y decidimos ir por otros caminos.

Se logró el objetivo de que los  adolescentes no estén alojados en la cárcel
Exactamente, era para que los chicos tengan un espacio que no sea una cárcel, si te hablo de los chicos que asesinaron a Lucas, eran dos, pero fue uno el que apretó el gatillo, tenía 15 años y estuvo poco más de dos meses detenido y luego fue liberado. Y hoy, seis años después nuestra Justicia sigue con ese abismo legal de que no saben qué hacer con los chicos menores de edad, menores de 16 años que delinquen y que no son punibles.  
Yo estoy en contra de la baja de la edad de imputabilidad, pero más allá de eso, cada vez que un adolescente protagoniza un hecho delictivo se agita ese fantasma, pero no nos lleva a ningún lado, no hay decisión de las autoridades.
Continúa realizando actividades de prevención de las adicciones, ahora en las escuelas. ¿Cuál es el escenario que le presentan los docentes con respecto a la presencia de drogas en el entorno de los chicos?
Cuando fuimos desafectados del hogar, el Gobierno nos dio el espacio donde funcionaba el hogar El Refugio que se cerró, durante un año ese fue el centro Lucas, hicimos charlas de prevención de la violencia y de las adicciones, apoyo escolar, trabajamos mucho para mejorar las instalaciones, pero con el cambio de gestión nos pidieron el espacio y entregamos la llave.
Ahora estamos trabajando con el mismo objetivo pero desde la Iglesia, tenemos la asociación civil Lucas y también integramos a nivel nacional la organización Víctimas por la Paz, son iniciativas para pacificar a la sociedad, porque no podemos estar permanentemente con sed de venganza, de hacernos daños unos a otros, debemos frenar la ola de violencia. Y en este punto poder llegar a las escuelas, poder hablar y escuchar a los jóvenes y a los docentes es importantísimo para empezar a generar un cambio. Aunque la escuela sola no puede con los problemas sociales, tampoco el Estado tiene toda la responsabilidad. Los padres debemos hacernos cargo de nuestros hijos.

Es un problema de  padres ausentes...
Nosotros trabajamos con todo el género familia, hay escuelas que nos ven y nos dicen: ‘No, religión no queremos’, pero nosotros no vamos a celebrar un culto en la escuela, vamos con nuestras herramientas a aportar estrategias para que los niños y adolescentes  estén contenidos. Un patrón que se repite -porque lo vimos en el hogar Lucas y también después- es la ausencia de los padres en los casos de chicos que tienen problemas de adicciones o con la ley.
Un potenciador de las adicciones es la ausencia de la familia y claro, afuera en cada esquina está el transa porque es un negocio rentable y porque evidentemente a alguien le favorece y se beneficia con el negocio de la droga.
Los niños y adolescentes son los más vulnerables frente a la oferta de la droga.

Y ahora como nunca estamos viendo otra vez a niños revolviendo la basura para comer, estamos viendo familias que se destruyen porque están mal en su economía y la droga corre y hay muchos chicos en situación de calle. 
Hay un espacio que se inauguró en la semana en la Municipalidad de contención de la infancia y esperemos que se sostenga.
Hoy nadie quiere invertir en los niños, los niños no votan, no tienen voz, sólo se hacen visibles cuando los vemos pidiendo dinero en la calle. No hay políticas para protegerlos de las adicciones. El Estado, creo yo, tiene que atender las necesidades de estos chicos porque de otra manera su futuro está perdido.

Frente a esta oferta masiva de la droga, ¿usted cree que hay una solución?
Hay una realidad dolorosa y frente a ello yo tengo una visión que es optimista, pero que requiere trabajo, mucho compromiso de todos, de las familias, de la política, de las fuerzas, de todos.
Si vemos la realidad podemos pensar que no hay solución, que la droga nos lleva ventaja, que crece y no hay manera de cercarla; pero yo confío en que alimentando la espiritualidad, ejercitando la no violencia, y haciendo un trabajo en terreno de contención de los jóvenes podemos ganar  esta lucha, yo no pierdo la esperanza. Y presenté hace cuatro meses un proyecto de capellanía escolar.

Es polémico plantear el ingreso de la religión a la escuela pública
Pero yo no hablo de religión, yo hablo de poder trabajar con los gabinetes en el eje de la espiritualidad, no hablamos de la Biblia en la escuela sino de aportar el conocimiento, la experiencia y los testimonios para una mejor convivencia, para ayudar a promover un proyecto de vida sano lejos de los vicios y lejos del delito.