La crisis por los casos de corrupción en la política de Brasil amenaza con llevarse puesto a otro presidente. Ayer la Corte Suprema del país vecino autorizó iniciar una investigación al presidente Michel Temer por su presunta implicación en otro (el caso Lavajato ya está en sus derivados y parece no tener fin) esquema de sobornos.
Las consecuencias en la política doméstica y en la economía se sintieron de forma inmediata, al punto que podría minar las reformas económicas hechas para salir de la recesión. Los mercados financieros cayeron en picada, el real se depreció alrededor de un 10%, ambas Cámaras del Congreso suspendieron sesiones y la oficina del Presidente canceló todas sus actividades. El detonante: la aparición de una grabación en la que se escucha a Temer apoyando la idea de sobornar a un antiguo legislador. Se trata de Eduardo Cunha, el mismo que lideró la destitución de Dilma Rousseff. El golpe fue directo a la línea de flotabilidad de un presidente que administra migajas de legitimidad.
Anoche, Brasilia volvió a ser el centro de las protestas que se replicaron, con menor intensidad, en varias ciudades del gigante de Sudamérica.