Una pirámide de oro

Martes 19 de septiembre de 2017
Un campeón misionero en El Cairo. Una medalla de oro que brilla en su casa y a la que todos los días al levantarse “la voy a tocar para saber que no es un sueño”, aseguró Edgar Vieira, que a sus 22 años entró en la historia grande del vóleibol argentino con la consagración en el Mundial sub 23, a fines de agosto pero recién hoy la adrenalina está bajando.
Para Edgar, sus raíces también son importantes y ser campeón mundial no deja de lado sus ilusiones “de jugar algún día en un equipo misionero que vuelva a estar en la Liga Argentina”.
Actualmente, el enorme central de más de dos metros reside en el barrio de Flores, en Buenos Aires, pero un 8 de febrero de 1995 nació en Oberá, dos años más tarde se mudó con su familia a Pueblo Illia, lugar donde se crió en la chacra.
“Mi primer contacto con el vóley fue en la escuela en los Intercolegiales”, señaló Edgar, que luego, a los 12 años, se trasladó, junto su mamá Zulma, a tierra bonaerense y allí comenzó su carrera meteórica entre las redes y los remates.
El barrio en Flores ofrecía un abanico de opciones que lo llevaban a optar por caminos prósperos y no tanto... Fue así que un día su altura llamó la atención de un profesor del club Vélez que lo invitó a sumarse a los entrenamientos.
“A veces iba, otras veces le mentía a mi mamá y me iba para otro lado hasta que un día me descubrió, no le gustó y al profesor tampoco porque estaba becado,y yo me di cuenta que tenía que hacer las cosas bien, empecé a levantarme a las 5, a entrenar como se debía y me enamoré del vóleibol”, rescató.

“Soy muy agradecido”
Edgar lleva esa rutina de madrugar y volver a la noche desde que es chico, sabe de sacrificios y ahora se da cuenta que su cosecha es grande si se trabaja firme por los sueños. “Es trabajar como loco, hacer valijas todo el tiempo, pero todo vale la pena, el vóley me dio todo; soy muy agradecido”, explicó el misionero.
Es que el Mundial fue la frutilla del postre. Desde los 15 años, esta camada de la selección, campeona del mundo en Egipto, se conoce y también ganar a Rusia en la final fue una gran revancha porque en el 2015 habían perdido la final de la cita mundialista en sub 21 y así, dos años más tarde, lograron plasmar ese 4 a 2 definitivo que los coronó como los mejores del planeta en esta divisional.
“Es una locura, un sueño muy esperado y trabajado. No puedo creer todavía que salimos campeones del mundo. Cuando subimos al podio se me pasaron un montón de cosas por la cabeza, desde las lesiones, los momentos que me perdí por entrenar o estar de viaje y las finales perdidas, pero todo eso me llevó a estar hoy donde quiero estar”, afirmó el campeón.
En cuanto a cuál fue la diferencia de esta final a la del 2015, sin dudar Edgar compartió que fue “la cabeza.. a este nivel donde hay jugadores que juegan ya con sus selecciones Juegos Olímpicos, la clave sólo la hace la cabeza porque todos van a ganar pero se corona el que resuelve mejor las situaciones que se presentan en el juego”.

Velasco, el toque de calidad
También explicó que fue muy importante “el trabajo de base, desde que llegó Julio Velasco se ve un crecimiento importantísimo y trabajar con el considerado mejor técnico del mundo es un honor porque sabe de todo y ése saber lo comparte con los jugadores”.
Velasco lleva a los jugadores de inferiores a los entrenamientos de los mayores “y nos va fogueando para que a la hora de jugar en la Primera se dé el juego naturalmente y no haya nervios a la hora estar al lado de un De Cecco por ejemplo”, resaltó Edgar.

Vestir los colores de Misiones
Por el lado de los afectos, en Misiones, Edgar conserva a parte de su familia, tíos, primos y abuela a los que “siempre que puedo voy a verlos, me encanta estar allá cuando voy en las fiestas no quiero volver pero la realidad es que no tengo mucho tiempo para ir porque hace cinco años no tengo vacaciones, sólo algunos días pero Misiones es parte de mi vida”.
Y fue contundente con su deseo de poder “algún día jugar en un equipo misionero que vuelva a estar en la Liga Argentina, pude jugar con varios de los jugadores que formaron parte de Misiones Vóley, como Sebastián Firpo y sería muy bueno representar a mi provincia”.
Por lo pronto y hasta que esta posibilidad llegue en algún momento, este año jugará la Liga A1 en Obras de San Juan y espera “llegar en algún momento a ser parte de la selección mayor”.