Joven pianista posadeño conquistó Francia

Viernes 6 de enero de 2017 | 09:26hs.
El piano con tintes litoraleños que conquistó Francia.

Cuando los padres de Gonzalo Gudiño (31) le regalaron un pequeño teclado, a los 3 años, no se imaginaron que el instrumento no sería simplemente un juguete sino que se transformaría en sólo unos pocos años en el sustento de su vida, su pasión.

 

Gonzalo es un joven pianista posadeño que hace seis años emigró a tierras francesas detrás de un sueño: vivir de la música. Ya consolidado en el país europeo y después de todos esos años, retornó de vacaciones a la tierra colorada para reencontrarse con sus seres queridos.

 

Al ver su talento, sus pares  le buscaron un profesor por dos años pero nadie quería aceptar a un alumno tan pequeño. Hasta que a los cinco años arrancó las clases con Elvira Ayala da Costa. Luego siguió con Ignacio González Riera y finalmente con el maestro Ricardo Ojeda.


Actualmente reside en Rennes -ciudad que queda a una hora en tren de París-, compone y hace arreglos de obras para tres compañías francesas y tiene varios proyectos personales, como el Gonzalo Gudiño Ensamble y otras ideas próximas a concretarse.


En la casa de sus padres en el barrio San Cayetano de Posadas, junto a su esposa Melodie y su pequeño hijo Gabriel (5), recibió a El Territorio para hablar de sus proyectos, la música y el regreso. “Hacía seis años que no venía, así que fue toda una revolución con la familia. A mi vieja la llevé en el 2014 y se quedó cuatro meses, pero papá no quiso ir porque no se lleva muy bien con el avión. Gabriel, mi nene, se adaptó rapidísimo y anda como loco corriendo entre el agua, con la manguera, en las piletas de los amigos. También se está acostumbrando al calor, pasó su primera Navidad con calor; allá vivimos en Rennes y hace mucho frió”, contó. Y agregó: “Para mí era necesario que él viva todo eso ahora, porque si eso queda impregnado en los olores, como el la lluvia cuando se acerca, de la tierra, eso es importante para la formación de su carácter y su personalidad”.


¿Cuál fue el momento en el que decidiste irte a Francia?
Me fui sin conocer nada, sin tener un teléfono. Tenía solamente un correo, de Raulito Barboza, que vive allá. Le escribí y me contestó, pero cuando yo estaba en París él no estaba, porque viaja muchísimo. Ya había hecho un primer viaje con el Pato García en el 2007 y con Pachón Lira, que estaba en ese entonces todavía. Hicimos cuatro meses por el Mediterráneo en un crucero, ahí conocí otro mundo, otra realidad para los artistas y los músicos. En verano de 2009 le dije a mi señora que teníamos que irnos para allá a probar porque hacía cinco años que estábamos cambiando de departamento. Estuve en la música desde chiquito y no veo la vida de otra manera. Entonces la respuesta era ponerme a trabajar de otra cosa o ir detrás de un sueño y hacer lo que me gusta. Y empezamos a juntar plata, nos decidimos y nos fuimos. Volver, siempre se puede volver, pero irse no siempre se puede.



¿Cómo es tu vida con la música allá?
Ahora estoy a full. Toco el piano y soy compositor para tres compañías. Trabajo también con otros proyectos pura y exclusivamente de música. Desde el 2013 empecé a trabajar con distintas compañías, se fueron superponiendo espectáculos y tuve que ir delegando. Con un espectáculo recorrí Australia, Inglaterra, Italia, Rumania y otros países. Cuando llegué me llevó un par de meses adaptarme, empecé a tocar en bares hasta que fui conociendo gente. Me llevó tiempo entender cómo funciona todo, porque es muy distinto a acá. Allá hay cosas geniales conceptualmente hablando, como la residencia, que si alguien puede entenderlo acá y ponerlo en práctica estaría genial, es una residencia de creación en la que te encerrás en un teatro por una semana, de 9 de 18, para trabajar en un proyecto artístico. Es para crear un espectáculo donde te encerrás con músicos y bailarines y componés, hacés un nuevo repertorio.



¿Cómo ves la ciudad ahora que volviste con respecto a lugares para tocar?
Por lo que vi hay varios lugares donde se hacen conciertos y me parece buenísimo. El tema es que sea redituable tanto para el bar como para los músicos. Eso es lo complicado pero allá sucede también. Allá no podés tocar en negro, no es que pasás la gorra, te dan 80 euros y te vas a tu casa. Se suele hacer también pero te cae el control y es peligroso. Sucede que no te pagan o que tenés que pagar vos para tocar. No es todo color de rosa, pero lo que hay es un control de parte del Estado con algo que se llama intermitencia, que es un status artístico. Entonces durante un año aportás al Estado lo mismo que ganás, luego presentás todos tus papeles y empezás a recibir todo lo que aportaste ese año. Me parece que está bueno porque como músico o como artista algunos meses ganás mucho pero otros meses no ganás nada.



¿Cómo reciben tu música los franceses?
Estoy muy contento porque me llaman mucho de París. Después de dos años de estar allá me encontré con un montón de proyectos, me mandan a llamar a mí por sobre otros pianistas que están en París que también son argentinos. Me parece que tiene que ver con nuestra influencia de varias culturas, como Paraguay, Brasil, y la nuestra. Tenemos una apertura cultural y musical muy interesante por sobre la gente que viene de Buenos Aires. A ellos les interesa mucho ese gustito litoraleño y allá tuve la inspiración para componer galopas, acá hacía más bien jazz. Empecé a componer una obra clásica en ritmo de galopa y es eso lo que estoy presentando en un solo de piano. Hablás de galopa, hablás de chotis, de polca paraguaya, y quedan maravillados. Toqué un tema de Agustín Barrios, compositor de guitarra paraguayo, hice una adaptación de un tema suyo que se llama La catedral. La gente queda enloquecida porque es otro color de música. Cuando lográs fusionar los colores de música del Paraguay, de la Argentina y del Brasil, puede llegar a ser algo orgásmico musicalmente hablando.


¿Pensás en volver a Misiones?
Seguro que voy a volver, no sé cuándo porque ahora no tengo planeado volver así como no tenía planeado irme. Siento que tengo que aprovechar el momento, el envión y la energía. Allá viajo mucho todo el tiempo, en trenes, en aviones, y eso desgasta. No es lo mismo hacerlo a los 30 que a los 55. En mi corazón tengo ganas de volver pero quiero aprovechar todo. Me gustaría venir acá y transmitir lo que aprendí. Pero creo que hay que hacerle caso al cuerpo, que nos habla de un montón de maneras.