Los franceses celebran y tratan la vida como una obra de arte

Martes 22 de noviembre de 2016 | 22:00hs.

Petite Dejouner, en español “pequeño desayuno”, es el típico desayuno francés. Un jugo de naranja, café y un croissant, chocolatín (Pan au chocolat) ó pan con mermelada. Simple, vacío, insuficiente y caro, esto es un desayuno francés; o al menos esto pensaba hace 6 años cuando visité por primera vez el país. En esta ocasión todo fue diferente.

De primera impresión un croissant es tan sólo un pan. Es difícil comprender de inicio la obsesión que tienen los franceses con encontrar un buen pan hasta que conoces más de su gastronomía y como pueden convertir algo tan básico en toda una experiencia culinaria.

La mejor forma de conocer cualquier cultura es a través de la comida, pero no sólo los platillos en sí, si no de todo lo que involucra su preparación.

Es imposible negar el mundialmente reconocido esnobismo francés el cuál se refleja también en su cocina. A diferencia de otros países los franceses no buscan abiertamente un reconocimiento material o económico, incluso el dinero es tema tabú, pero buscan en cada cosa que hacen la perfección hasta en las cosas más simples como un pan. Son capaces de convertir lo que yo consideraba algo básico y sin complejidad, un croissant, en toda una obra maestra.

Queso, pan y vino, una combinación sencilla que puede ser la comida de un prisionero o mendigo pero también el manjar de reyes y burgueses. No comprendía del todo esto hasta que estuve en Lyon.

Eran las 4 de la tarde, acababa de salir del museo de Bellas Artes y tenía mucha hambre. En Francia generalmente los restaurantes cierran después de la comida y vuelven abrir para la cena por lo que mis opciones eran limitadas.

Después de caminar por varias cuadras tan sólo encontraba restaurantes cerrados por doquier así que me decidí entrar al primer lugar que se me cruzara en el camino.

Fue una cafetería, no se especializaba en nada ni mucho menos era un típico buchón Lyonnais. Una cafetería que en otra hora del día hubiera pasado desapercibida pero como era lo único abierto en el momento resaltaba del resto de los locales cerrados.

El menú era pequeño y con pocas opciones así que ordené una hamburguesa. Parte de mi se sentía culpable de estar en Lyon, la cuna de la cocina francesa, y ordenar quizás el platillo más común y reconocido del mundo, una hamburguesa. No me importó, mi hambre era más grande que mi orgullo.

Uno de mis pasatiempos al viajar es intentar descubrir el mejor lugar de hamburguesas de la ciudad en dónde estoy. Pero desde que llegué a Francia decidí dejar a un lado mi pasatiempo ya que me enfocaría enteramente en la gastronomía. Sentado en esa pequeña cafetería jamás tuve la intención de probar la mejor hamburguesa de Lyon, fue tan sólo satisfacer mi apetito.

Al finalizar la comida un sentimiento de placer me llenó por completo, esa fue quizás la mejor hamburguesa que he comido en mi vida. Lo único que podía pensar era: “No puedo creer que los franceses son capaces de convertir algo como una hamburguesa en algo totalmente diferente y espectacular”.

Una pequeña cafetería de la cuál no recuerdo ni el nombre ni ubicación me había dado la posibilidad de vivir algo único e irrepetible. Ahí comprendí que Francia no se vive, se come.

Mi cerebro daba vueltas intentando recordar todos los platillos que había probado en París, y si, en efecto habían sido únicos pero hasta este encuentro me di cuenta de la obsesión de los franceses con la comida y como quieren convertirla en toda una experiencia.

Poco tiempo después descubrí que realmente no se trataba sólo de la comida, si no de todo. Los Franceses celebran y tratan la vida como una obra de arte en sus diversas expresiones; comida, bebida, baile, relaciones personales, etc.

Buscan la perfección en la sencillez y lo puedes observar en diversas manifestaciones a lo largo del país. Todo es elegante y refinado, desde un palacio en medio del valle del Loira hasta la sensualidad en el vestir y caminar de una mujer francesa en una calle cualquiera de París.

Esta búsqueda artística le ha dado a Francia su reconocimiento internacional. Muchos consideran el Francés como el lenguaje del amor, París es la ciudad de las luces y de los enamorados, los mejores diseñadores de moda se encuentran en Francia, la institución gastronómica más importante del mundo “Le Cordon Bleu” tiene su sede en este país, los perfumes franceses son sin duda los mejores y todo el mundo celebra cualquier evento importante de la vida abriendo una botella de champán.

Cada vez que se habla de algo que estimule el sentido de la vista, gusto, tacto, oído y olfato ten por seguro que los francés habrán encontrado la perfección en ello, aunque sea de una forma muy sutil.

Desafortunadamente las cosas sutiles son las que pasan más desapercibidas, así que la próxima vez que vayas a Francia haz como los franceses, celebra la vida, no te apresures y tómalo con calma, siéntate en alguna terraza de un restaurante, ordena un café, comienza a observar cada una de las cosas simples que te rodean pues estoy seguro que Francia se habrá encargado de convertirlas en toda una obra de arte.

Fuente: miviajeporelmundo.com