La capilla de La 43 sedujo a los viajantes por el mito del oro

Domingo 19 de marzo de 2017 | 09:05hs.
La capilla está ubicada en cercanías del paraje La Corita, a la vera de la ruta provincial 2. | Foto: Marcelo Rodríguez.

En los recovecos de Misiones se guardan ricas y nutridas historias que los vecinos atesoran con el pasar de los años. La capilla de La 43 -como se conoce al santuario ubicado en el paraje La Corita- es uno de esos lugares que archiva los recuerdos de todo un pueblo.

 

Se encuentra, más precisamente, cerca del arco, tiene más de tres metros de altura y en uno de sus márgenes se observa grabado ese número: 43

 

Con el pasar del tiempo, fue necesario que el último dueño del terreno coloque un cerco alrededor de la capilla, porque por las noches desconocidos hacían excavaciones en la vieja iglesia. Resulta que quienes circulaban por la ruta provincial 2 veían una luz dentro de las ruinas del pequeño templo y, como señala la mitología, creían que en el lugar había enterrado oro. Tal es así que, armados con pico y pala, trepaban el terraplén de tierra colorada y en la oscuridad de la noche comenzaban con la búsqueda de tesoro.

 

En piso de tierra, se percibe un pozo de un poco más de dos metros de ancho por uno y medio de profundidad, que fue cavado por los aventureros que soñaban con encontrar algún objeto de valor. “Muchos creían que ahí había oro, pero esa luz que veían era el reflejo del vidrio”, relató a El Territorio Juan Jardín (75), un vecino de la zona. Es más, esta situación provocó que el dueño del predio tenga que echar en varias ocasiones a los excavadores, lo cual llevó a cerrar el lugar y a contratar un cuidador que vigile la zona por las noches.

 

Si bien los vecinos no recuerdan la fecha exacta en la que fue construida la iglesia y no hay datos escritos o archivos que indiquen cuándo comenzó la edificación. Hoy sólo quedan las paredes manchadas por el avance de la humedad y cubiertas por los árboles que crecieron alrededor y el techo con las tejas desgastadas.

 

Rodeada por alambres y olvidada -en lo que respecta al estado de la estructura-, los lugareños ansían que la iglesia, que tenía como patrono a San Roque, sea declarada patrimonio histórico por algunos de los entes gubernamentales.

 

“Es triste ver que está así nuestra capilla de antes, porque ahí se guarda la historia de este lugar”, aseguró Jardín.

 

Por su parte, la vecina Blanca La Rosa dijo que “ojalá algún día se pueda reconstruir la iglesia de nuevo o arreglarla para que se mantenga y todos puedan visitarla y conocer la historia del pueblo”.

 

Las misas de los domingos
Años atrás, en la zona estaba ubicada una tabacalera, por lo que la mayor parte de los habitantes trabajaba en esa empresa, que estaba ubicada en cercanías de la capilla.

 

Sin embargo, trasladarse hasta el santuario demandaba para algunos una hora de caminata. “Nos levantamos bien temprano para ir a misa, porque había que caminar un tramo largo y esa era la única manera de llegar”, contó Jardín, quien además recordó que en ese santuario contrajo matrimonio.

 

Las misas se celebraban los domingos una vez por mes a las 8 de la mañana y en ocasiones los días de semana. Esos días se aprovechaban para los bautismos o casamientos, acontecimientos que unían a todo un pueblo. En Pascuas, el culto era en horas de la noche, debido a que el sacerdote encargado de brindar la ceremonia se acercaba desde Concepción de la Sierra.

 

“Yo me casé ahí, fue todo el pueblo a la misa de ese día y a pesar de que el lugar no era grande entrábamos todos los vecinos”, relató emocionado por los recuerdos que se le veían a la mente de aquel importante día.

 

San Roque pasó a Santa María
Luego de que quedará en sucesión el terreno en que está la iglesia y que se despoblara la zona, los lugareños decidieron trasladar el santo patrono y los demás elementos que se encontraban en su interior. Lo último que se llevó a Santa María fue la campana.

 

Al respecto, Héctor Ramón Fracalossi, uno de los encargados en mudar el elemento, contó que “eso fue lo último que se llevó, porque al principio el nuevo dueño quería entregar, pero después cedió y esa campana está hoy en capilla de Santa María”.

 

La actual capilla de este pueblo unificó a dos santuarios, la de don Melchor, el abuelo de Héctor, quien tenía una iglesia de madera en su casa y la de La 43. En la actualidad, la patrona del pueblo es la Virgen María y junto a la imagen de la madre de Jesús está San Roque.

 

El castillo que guarda una parte de la historia de Candelaria

El castillito de piedra con características de la arquitectura medieval fue construido en Candelaria en una fecha que no es muy precisa, y forma parte de la historia de la comunidad. Allí funcionó la Escuela 285 Santa Cecilia desde 1938. La escuela lleva ese nombre en honor al establecimiento Santa Cecilia, ya que ‘el Castillito’, como se lo conoce en la localidad, fue el primer edificio de la escuela. El edificio había comenzado a funcionar con una matrícula de 34 alumnos que de a poco fue creciendo. El lugar está ubicado a siete kilómetros del casco céntrico de la ciudad.

 

Por el edificio, que la familia Gramajo cedió en comodato para que se dicten las clases, pasaron muchos ciudadanos de Candelaria. El colegio dictó sus clases en este lugar hasta 1983 y se mudó ese año al edificio de la Escuela 8. Con posterioridad, la Escuela 285 obtuvo su edificio propio, a raíz del deterioro que sufrió el Castillito por el paso de los años. En la localidad, hablar del castillo de Santa Cecilia es remover un pasado con muchas historias, ya que fue testigo de historias personales de docentes y alumnos que pasaron por sus aulas.

 

Si bien se desconoce la fecha precisa de su construcción, se estima que tiene un siglo. Silvia Navajas aseguró a El Territorio que con mucho esfuerzo y compromiso, logran mantener en pie la construcción que sufre el deterioro propio del paso del tiempo. “Es una obra maravillosa, construida en piedra, con un alto valor histórico, que merece ser cuidado, es por eso que lo refaccionamos, lo cuidamos, para que perdure, porque la idea es conservar este lugar como un patrimonio de los candelarienses”, afirmó Navajas.

 

Al principio, el lugar pertenecía a la familia Gramajo, hasta la década del 50. Tiempo después, el predio fue vendido a los Wargner y por último pasó a los Navajas.

 

Dora Ramírez, quien asistió a esa escuela, dijo que “si las paredes del castillo hablaran, contarían tantas cosas de nuestro pasado histórico de Candelaria, así como la historia de cada alumno y docente que pasó por allí. Es emocionante saber que acá existen valores históricos únicos".

 

La directora de la 285, María Bareiro, sostuvo que el edificio es uno de los más antiguos y, según datos, tendría unos 130 años.