Pequeños genios

Domingo 30 de agosto de 2015 | 21:00hs.
Motivado por su abuelo con ese jueguito del tren de los números, aprendió a sumar y restar con apenas 3 años. Cuando inició la escuela primaria, mientras todos sus compañeros estrenaban lápiz negro y cuaderno, él avanzaba en multiplicaciones y divisiones.
Iago Charón es diferente. Tiene 14 años, vive en Posadas, cursa el segundo año en el Instituto Arnoldo Janssen y se distingue por su habilidad con los cálculos, su disciplina, su pasión por el básquet y, sobre todo, por contar con un proyecto de vida a tan corta edad.
“Quiero empezar la universidad en 2017”, dice en diálogo con El Territorio.
En su mirada, lejos de demostrar melancolía por la etapa que pretende saltar, se hace evidente una ansiedad por avanzar. La premura por cumplir una meta.
El plan es el siguiente: finalizar la secundaria en tiempo récord. Para ello quiere terminar de cursar este año, rendir libre tercero entre diciembre de 2015 y febrero de 2016, cursar cuarto año y, finalmente, rendir libre quinto.
En su planificación no tienen lugar los redoblantes de la Estudiantina ni el traje de recepción. Iago aspira a conseguir una beca en alguna universidad de Estados Unidos para convertirse en ingeniero en sistemas.
Es de esos chicos que superan las expectativas de su propia familia y de sus maestros. Simplemente, una mente brillante.
Explota al máximo su destreza intelectual y observa a quienes eligieron ese camino obteniendo excelentes resultados. Es el caso de Alejandro Pedrozo (23), flamante ingeniero químico que actualmente se desempeña como becario de investigación en el Instituto de Materiales de Misiones. “Vale la pena cada hora de estudio”, asegura Alejandro sin titubear.

Un debate educativo
Como Iago y Alejandro, otros tantos genios se destacan, pero muchas veces tropiezan con el muro de un sistema que no está preparado para contenerlos.
Las mentes brillantes tienen cosas en común: la necesidad de encontrar otros espacios y el vínculo entre el estudio y el deporte.
En las olimpíadas de matemáticas, por ejemplo, logran satisfacer los vacíos que le genera la escuela.
Y para mantener el chip de la cabeza en correcto funcionamiento es indispensable practicar algún deporte.

Coeficiente intelectual alto
Una psicóloga y docente de Apóstoles que prefirió mantener su identidad en el anonimato para preservar la familia de los casos que asiste, se refirió a los niños con alto coeficiente intelectual o más conocidos como, superdotados.
“Son chicos aislados, su capacidad se despierta a temprana edad, y por lo general los que tienen un alto coeficiente intelectual tienen problemas de socialización porque no son aceptados por sus pares”, explica la profesional.
Este perfil de conducta se caracteriza, según la especialista, por el lenguaje técnico, desinterés por juegos o cuestiones infantiles, el constante cuestionamiento, la capacidad de observación, la curiosidad y, a su vez, manifiesta altos cuadros de ansiedad.
“Se aburren rápido y necesitan estar todo el tiempo estimulados. Justamente, para bajar ese nivel de ansiedad se aconseja que los superdotados practiquen algún deporte, natación es una buena opción”, señala.
“Las escuelas no están preparadas para este tipo de casos, entonces sufren mucho porque no van con el resto”, reflexiona.

Secundaria en tiempo récord
“Nosotros le dijimos que es una etapa muy linda para no vivirla. Es una etapa irreemplazable la adolescencia. Pero igual lo acompañamos y respaldamos en lo que él decida”, comenta Gustavo Charón, padre de Iago. Con emociones cruzadas, seguramente; por un lado un inmenso orgullo, por otro, incertidumbre.
La historia de este pequeño Charón y su fascinación con los números, decimales y ejercicios de alta complejidad comenzó con su abuelo. El tata fue responsable de despertar al genio.
Cursó la primaria en la Escuela Jardín Modelo, en donde una de sus maestras vio en él una capacidad diferente.
En quinto grado comenzó a participar de las olimpíadas de matemática y desde entonces cosechó un sinnúmero de trofeos en diferentes categorías e instancias: local, provincial, nacional.
De hecho este año integró el equipo argentino, compuesto por doce jóvenes de todo el país, para competir en operaciones que no están destinadas a simples mortales.
Su distinción más reciente es mención honorífica en las Olimpíadas Nacionales que se realizaron en Córdoba.
Para ingresar al Janssen obtuvo 98 puntos en el examen, fue el puntaje más alto de un total de 270 aspirantes.
Ahora quiere cerrar cuanto antes su etapa en el colegio secundario para ingresar a la universidad.
“A mí me gusta que sea difícil y en la escuela hay materias que no me representan ningún desafío”, dice Iago justificando su aburrimiento en el cursado.
Está claro que lo que más le gusta en la vida es matemáticas y básquet. Juega en el Club Tokio, lo cual le permitió viajar a diferentes puntos.
A su agenda semanal se agrega aprender inglés, lo que practica tres veces por semana.
“Me gustaría viajar, estudiar en el extranjero. Estados Unidos tiene la mejor educación universitaria del mundo”, señala Iago que tiene entre sus canales favoritos a History Channel, Nat Geo y Discovery.
Las puertas de su armario significan mucho para él porque ofician de pizarras para descifrar los cálculos y entrenar su mente. Bien arriba, casi tocando el techo de su habitación, un aro de básquet.

Por Griselda Acuña
@Griselda0707


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